La novela fue premio Nadal en 1982. En aquella época, los premios literarios (sobre todo el Nadal), todavía significaban algo. Luego, maduramos. Realmente, "La torre...." es una novela que no deja indiferente. Para algunos, es una obra maestra, para otros, un absurdo sin sentido.
Usando el ajedrez, Arrabal cose un patrón bien conocido. Los dos protagonistas juegan una partida decisiva en una especie de Campeonato Mundial y, jugada a jugada, vamos sabiendo de sus vidas, de su pasado y su futuro. Eso se ha hecho en muchas obras. Aquí hemos citado varias. Incluso los creadores del ajedrez moderno, los valencianos Fenollar, Vinyoles y Castellvi lo hicieron en "Escacs d'amor", o Paco Cerdá en su excelente "El peón". Por tanto, la gracia de "La torre herida por el rayo" no está en el modelo narrativo. Tampoco está en lo ajedrecístico (ni los jugadores son creíbles como competidores por una especie de título mundial ni la partida está a la altura del duelo mental que disputan). Ni siquiera en la manera de escribir (algunas frases están claramente mal redactadas). Pero ambos jugadores, el exacto Marc Amary y el intuitivo Elías Tarsis, son interesantes por sí mismos. Arrabal se auto representa. A él mismo y a toda una generación que ha fracasado. El dogma marxista-leninista de Amary no significaba nada. El teatro, la poesía, nada significaban. Ni siquiera los profundos enamoramientos de Tarsis, ese proxeneta barcelonés tenían significado en un mundo brutal, inhumano, sin empatía ni compasión, que solo se refleja bien en el tablero frío. Solo la victoria final en la partida, es decir, la muerte, tiene algún significado.
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