Un negro de una banlieu parisina quiere impresionar a una chica. Y en lugar de hacerse rapero o narco o matar un dragón de extrema derecha, decide subir el Everest. Como hacen los ricos que están en forma; pero sin dinero y sin entrenar. Y lo gracioso del asunto es que lo consigue. Y además se hace famoso en su barrio y la chica cae rendida a sus pies. Con esa sonrisa senegalesa, el final era predecible. Lo raro era que no lo hubiera conseguido.
Me viene a la memoria una peli más real, y por tanto, más dolorosa: "Everest", de 2015, sobre las expediciones fallidas del 1996 que costaron la vida a varios montañeros. La he visto varias veces y siempre me ha atrapado. Recuerdo también un librito que anda por las estanterías de casa "Hacia lo más alto" sobre la expedición complutense de 1990, dirigida por Pérez de Tudela. Creo que siguió la ruta norte desde el Tibet. Murió un estudiante y dos sherpas. Y es que el planeta nos recuerda cada cierto tiempo que nuestros absurdos afanes humanos no tienen ningún sentido, que aunque podamos imaginar infinitos infinitos, las leyes de la naturaleza nos atrapan. "Ángeles con alas cargadas de cadenas", que diría el poeta. "No somos nada", que diría el sabio.
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