Ir al contenido principal

La sociedad de la nieve

Seguimos con las altas cumbres, allá donde duerme la belleza última y espera la solitaria muerte. 

De ellas dijo Anatoli Boukreev: "no son estadios donde satisfago mi ambición de logros, son las catedrales donde practico mi religión. Yo voy a ellas como las personas van a la oración. Desde sus majestuosas cimas veo mi pasado, sueño el futuro y, con una inusual agudeza, experimento el momento presente…mi visión se aclara, mis fuerzas se renuevan. En las montañas yo celebro la creación. En cada viaje (a ellas) nazco de nuevo." Un extracto de este párrafo esta inscrito en el campo base del Annapurna, donde murió en 1997.

Vimos en varias sesiones el celebrado estreno de Bayona. Nos organizamos, codiciosos y pacientes, como buenos burgueses que quieren sacar el máximo partido a su suscripción de Netflix. Encendíamos el fuego y calenticos y bien cenados veíamos padecer a los muchachos en la nieve, durante un rato. Y luego a dormir. Dando gracias a Dios, a los cuatro enlaces del carbono, a Darwin y al libre mercado, por disponer de sábanas acogedores y templadas, donde soñar sin hambre con carne de pollo o de ternera, al nivel del mar.

Conocí la llamada "tragedia de los Andes" desde muy pequeño. Creo que en casa de mis abuelos paternos había una traducción al español del libro "¡Viven!" de P.P. Read. Sospecho que sería regalo de la Caja de Ahorros, o algún ejemplar promocionado por el Círculo de Lectores. A menudo, cuando iba a la casa de los otros niños del pueblo, veía en las estanterías ejemplares de los mismos libros. Cultura común para el común. Creo recordar que el libro me impactó mucho. Obviamente, la parte de la alimentación; pero también la idea de que había sitios del mundo donde no había nadie. Y que si por un azar del destino, o por el error de los pilotos del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya., acababas ahí, te podías morir de hambre o de frío. También creo recordar que capté el hecho de que si habían sobrevivido algunos era porque su condición física era excelente. Aunque quizás esa idea la desarrollé más tarde. Recuerdo vagamente que vi la película de 1993. Pero me impresionó poco.

Bayona tuvo la gran idea de hacer una nueva película sobre el tema. Pero esta vez una buena. Y con actores uruguayos que hicieran de uruguayos, basándose en el libro de uno de los supervivientes y rodando incluso en el lugar real del accidente. Y ha creado una gran película. Porque Netflix puso mucho dinero y Bayona sabe gastarlo. Aventuro que es la peli definitiva sobre el tema. 

Encontré otra idea poderosa; pero que no había advertido hasta ahora. Si sobrevivieron algunos no solamente fue porque eran fuertes, sino porque se organizaron y colaboraron racionalmente. "Lamento no poder ayudarles más" gime uno de los que van a morir. El viejo Kropotkin colándose otra vez en una superproducción. Queda una esperanza para la humanidad.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Tintalibre:

Nuestro “Fin de Régime” está siendo, como casi todo en esta estepa, lento y tranquilo, un poco provinciano, un poco hortera, aunque nos las demos de postmodernos.  Aquí no hay Rasputines montando a la zarina, sino el pequeño Nicolás haciéndose selfies con la lideresa y el presidente. Pero todo está cayendo, inexorablemente. Se cae de viejo y de podrido. Son les branques de l’arbre de Pujol. Y se va cayendo todo el sistema del 78. Quizá, al final se acelere el proceso y la cosa deje de ser tan tranquila. La sociedad va descubriendo que no solo era el bipartidismo, sino que los medios de comunicación que sustentaban el entramado de las mamandurrias también se han quedado viejos e inservibles. Enternecedor el “yo no soy un político” del director de La Razón, Marhuenda, ese señor tan rarito y con tantos intereses políticos y económicos, que va a las tertulias a hacer de derechoso leído y digno. Siguen ciegos ante lo que está ocurriendo. Desde hace un año, ya no le...

"Romper el círculo" y "Soy Nevenka"

Después de la tormenta asesina y de la guerra civil en los Estados Unidos, volvemos a la pequeña política de nuestra aldea pequeña.  Parece que el errejonazo fue hace mucho tiempo; pero la dimisión del muchacho solo fue hace un mes. Con ese escándalo, quizás se cierra el ciclo que se inició en enero del 2020. Por primera vez en la historia de la España contemporánea, la izquierda se sentaba en el Consejo de Ministros. Pero los círculos no habían tenido tiempo de cuajar, las cloacas, a modo de sistema inmunológico del Estado, hacían su incansable labor de zapa, y además, llegaron una pandemia, un volcán, la tercera guerra mundial y las tonterías de profe de universidad del gran líder, que huyó un año después. Dejaba como albaceas a un equipo de funcionarios mas rositas que rojos y el encargo de tomar el cielo por asalto a unos muchachos con amplio vocabulario postmarxista pero con las paticas cortas y flojas. Los herederos hicieron lo que pudieron para obligar al pillo de Pedro Sán...

El último concierto.

¡Ay de aquel que nunca haya tenido ninguna afición! ¡Pobre del que nunca se haya esforzado para dominar algún arte! El que nunca haya intentado dibujar, cantar, tocar un instrumento, actuar, cocinar o jugar al ajedrez no sabe lo que se ha perdido. Y digo intentar, porque en el intento es donde está la sal que hace la vida más feliz. Y los más felices entre los mortales son aquellos que el arte ha hecho suyos: los artistas, los profesionales, los que han dedicado una vida entera a un oficio creativo. Los que han sido siempre prisioneros. En su esclavitud quizá han sido libres, luminosos.   “A late quartet” trata sobre ellos. Sobre los profesionales muy cualificados: un cuarteto de cuerda en el final de su historia. Cuando tiene que parar la música y salen los demonios que llevan dentro. Zilberman narra todo esto con sutilidad e inteligencia. Aunque la peli tiene algunos altibajos, valió la pena ir a la sesión golfa de los D’Or.