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Que nadie duerma.

Me gustó mucho la manera en la que comenzaba su crítica Alberto Corona en Infolibre.es  Citaba "Aquí no hay quien viva". En un viejo capítulo de la serie, Emilio (Fernando Tejero) le decía al personaje de Belén (Malena Alterio): "Tú eres casi lista y casi guapa. O sea, del montón. Del montón bueno”. Y creo que los hermanos Caballero y sus colaboradores habían dado exactamente con la clave: la Alterio es tan, tan del montón que todo lo hace creíble. Con otra protagonista, este remedo madrileño de "Taxi driver" hubiera sido un tostón. Con la Alterio, la peli es una comedia negra que engancha y emociona. Y casi todo emana de la normalidad de la protagonista. 

Malena representa a la chica que conociste en la cola del paro, a la compañera del insti que te gustaba algo; pero no mucho, a la amabilidad de la gente común, a las pequeñas alegrías y los grandes problemas, sin tremendismos ni abundancias. Es la chica que te podría acompañar a un museo, aunque no suele ir a ninguno, la que tiene una hipoteca de un piso pequeño y se fuma un porro de vez en cuando. La que sabe que hay que trabajar para vivir; pero que la vida está cada vez más difícil. Y sin embargo, no se enfada demasiado cuando ve la tele. Es la chica que tiene a mitad un libro de autoayuda y una novela negra escandinava, aunque hay temporadas que no tiene tiempo para leer. Es la que tiene que correr porque llega tarde a hacerle la comida al padre, que lleva meses esperando que le den cita en el especialista y ya se lo hace encima alguna vez. La que sigue a un par de influencers aunque en el fondo sepa que todo es mentira. Quizá le faltan tetas; pero le sobran sonrisas tiernas. Nadie se gira al verla pasar, aunque cuando se arregla para una fiesta llama la atención. Una flor de la clase media que cada vez es menos media.

El otro gran hallazgo de la peli es contraponer a esta chica común con unos personajes de otro mundo. Aitana Sánchez-Gijón, guapísima. Hace de productora teatral. Rodrigo Poisón, un actor canalla y misterioso que, obviamente, escucha ópera y del que se enamora la protagonista y José Luis Torrijo un escritor-guionista-intelectual calvo que no le pone problemas a echar un polvo con el precariado. El contraste entre estos mundos ajenos y distintos se resuelve con demasiada crudeza en la peli. Nos hubiera gustado que la historia se prolongase un poco más. Nos fuimos a dormir pensativos y un poco asustados por la reacción de la Alterio.

Este contraste entre lo común, los normales, el "pueblo" y los otros, los artistas, las intelectuales los cultujetas, vuelve a estar muy presente en la vieja Europa. La extrema derecha vuelve a ser la escupidera que recoge todos los odios, todas las ganas de venganza del que siente que ha perdido el tren. Lo de siempre: el penúltimo de la fila que culpa al último de sus desgracias. Los psicópatas que se ponen al frente de las tractoradas o que van a rebuznar a Ferraz saben que el "nosotros frente a las élites que nos han traicionado" funciona. Este contraste existe desde que existen las sociedades organizadas; pero en estos tiempos negros vuelve al ágora. La clase media sostiene con sus impuestos todo el sistema y muchos no saben distinguir los céntimos de los billetes. 

Ni siquiera hay que ser un malvado consejero trumpista o ayusista para meter en la cabeza de cualquiera la mala sangre de que "A) los señoritos del cine viven de tus impuestos mientras B) tú no llegas a fin de mes." Cambien A) por los políticos (los que no son de extrema derecha, claro) o por los profesores de universidad o por las ONGs que ayudan a los inmigrantes que nos invaden y cambien B) por la pensión de tu abuela o por los guardias civiles que no tienen buenas lanchas para perseguir a los narcos porque el maricón del ministro no se las pone y tendrán lema y argumento para cualquier situación. 

Falacias de cuñao que vienen de los años 30 y contra las que pensábamos que Europa estaba vacunada. Pero no, los locos y los herederos de Gobineau pueden volver a tomar el poder para alegría de las verdaderas élites. La edad media sigue ahí, esperando su gran revancha, subiéndose al primer tractor que pase, difundiendo bulos, malmetiendo en la cola del paro o del centro de salud o sembrando odio en las redes.

¿Qué se puede hacer ante esta amenaza, ante esta cuenta atrás? No lo sé. Me doy cuenta ahora de que yo no estoy aportando mucho con esta reseña. Y creo que la intelligentsia tampoco. Vi la entrevista que Jordi Évole le hizo a Ana Belén.  Todo me sonó muy viejo, muy de otra época. Ana Belén me pareció una señora antigua, de esas del pelo cardado, que viven de rentas, mientas el edificio arde. Todo me sonó desconectado, borroso. Me fui a la cama asustado. Como si la Alterio me hubiera mirado con verdadero odio.





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