Si uno ha hecho el trabajoso camino de dotar de cierto sentido a su vida; y no está seguro de haber llegado a un sitio correcto, no debería leer este libro. El protagonista, Eddie Féretro, experto en el concepto de flujo en Heráclito, alcohólico y atracador de bancos, se dedica a minar a lo largo de cuatrocientas divertidas páginas cualquier certidumbre que el lector tenga acerca de lo que es valioso en nuestra existencia. Hay subfusiles, tugurios, carreras de coches y filosofía espolvoreados por todo el texto.
Eddie es un tipo brillante, con un gran futuro a sus espaldas, "este frenesí fue el fundamento de mi carrera; mi tesis doctoral sobre el vocabulario jónico estaba casi lista antes de que yo llegara a la universidad". Su vida ociosa y aburrida como profesor en Cambridge va cuesta abajo, sin dirección ni producto, empapada en alcohol. Un verdadero parásito del presupuesto universitario y de las fundaciones de investigación, que se autocompadece con ironía, mientras bebe y come con placer y se echa largas siestas. Así que, huyendo del sinsentido, se monta esta "Road movie", con un excelente contrapunto, el patibulario y deforme Hubert, con el que establece una relación tipo Pigmalión. La pareja, con la más formidable arma jamás inventada: no tener nada que perder, se convierte en los más peligrosa banda de atracadores de Francia.
A pesar de que las situaciones no son demasiado verosímiles, es difícil no reconocerse en el alucinado diálogo interior de Eddie, un antiquijote, que va recordando su vida de borracheras y oportunidades intelectuales perdidas entre golpe y golpe, entre aventura y aventura. Pienso que quizá debería intentar leer alguna de las otras novelas de Tibor Fischer en inglés; aunque me da miedo perderme sus juegos de palabras y piruetas verbales, llenas de una sabiduría nihilista y sin pretensiones.
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