El domingo la vimos en la tele, en un canal temático. Nos pareció una cinta correcta, que lograba transmitir, sin demasiados efectos especiales, ese desasosiego que todas las pelis de miedo deberían tener, y que a menudo se convierte en un chiste malo. Nicholson hace de Nicholson, como siempre, y además hace de hombre lobo, con problemas en el trabajo y en casa. Es decir, lo normal en esta sociedad enferma. Por un momento, pensé que en este mundo ficticio y teatral que entre todos hemos construido, lo normal, lo razonable sería transformarse en un animal, como REALMENTE hacen los indios del peyote. Ser un lobo y aullar por la noche e intentar violar a la Pfeiffer y morderle el cráneo al jovencito trepa que nos quiere quitar el despacho. Luego se me olvidaron todas esas locuras y seguí disfrutando de la sopa de verduras de domingo que Amparo había preparado.