Mi amigo Javi me dijo que tenía intención de bajar un día a Teruel a ver esta peli. Así que, cuando volví a Valencia, picado por la curiosidad, me metí en el cine en una de las últimas tardes ociosas de septiembre.
Dicen que el 3D será el formato al que se verán abocadas todas las salas comerciales para prolongar su agonía unos años más. Y yo quería enterarme por mí mismo de lo que era.
Pues bien, la cosa no es para tanto. Cuando el ojo se acostumbra, las cuchillos que te lanzan los personajes y las visceras que aparentemente te salpican se hacen rutinarias.
De la peli en sí (y supongo que de la saga en general), poco que decir. Que no es una peli, que es una sucesión de pantallas de videojuegos en los que unas tías buenas con las camisetas mojadas destripan zombies pegándoles tiros a bocajarro con escopetas recortadas en un mundo apocalíptico. O sea, como en las pelis de quinquis pero al revés.
Entre salpicadura y salpicadura, iba pensando que los temas del fin del mundo y del mundo nuevo son constantes en nuestra cultura. Precisamente, el otro día hablaba con mi compañero Jordi de "Mecanoscrit del segon origen" del catalán Pedrolo, la típica novela de lectura obligatoria en secundaria.
Por otro lado, también me llamó la atención la idea de los "supervivientes", es decir de ese último grupo de humanos en medio del caos. Se trata de una idea muy bíblica, que en la visión anglosajona del mundo adopta un matiz muy predecible: sólo los puros serán premiados. El Myflower, supongo, rodeado de zombies.
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Nos hacemos viejos.