Fui a este estreno esperando una comedia rápida y ágil. Me esperaba también la misma estética sorprendente y poderosa de las dos pelis sobre Mortadelo que hicieron Javier Fesser y Miguel Bardem. Error. La peli no es una colección de gags de personajes de comics, sino una colección de escenas (más o menos verídicas) de la vida de Manuel Vázquez, el dibujante de historietas que tanto brillaba en los primeros 60, en una España que devoraba tebeos. Y para recrear la Barcelona de aquellos años han hecho lo que han podido, pero el presupuesto debía ser corto porque vi varias veces circulando el mismo 600.
Vázquez era un caradura, un sablista, un moroso y un polígamo, es decir, un desgraciado, asi que la peli deja una difusa sensación de tristeza. La historia no llega a resolverse y se hace un poco aburrida, a pesar de que Santiago Segura se esfuerza y pone sus mejores caras de pillo. Salvando las infinitas diferencias, la naturaleza del personaje del artista cabezarrota, me recordaba al Sean Penn de la interesante "Acordes y desacuerdos" de Woody Allen.
Dos cosas me llamaron la atención: el poder evocador de la figura del pícaro, que tanto peso ha tenido en el imaginario literario español, y por otro lado, cómo refleja la peli la transformación de la economia española. Parte de los pufos de Vázquez procedían precisamente de las compras a plazos. Después de los oscuros años de la autarquía llegaban las lavadoras y las teles, para que la naciente clase media de los 60 se endeudara. Los listos como Vázquez pensaban que podian engañar al sistema.
Cambiando totalmente de tema, el sábado me llegó la triste noticia del fallecimiento de otro dibujante (caricaturista) que procedía de un pueblo cerca del mio (firmaba como Javi Rillo), y era amigo de alguno de mis amigos. Desde aqui un abrazo para ellos. Algunos autores se hacen eco de esto. Creo que hoy volvía al Altiplano. Para siempre.
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