El próximo domingo se cumplirán 10 años del asesinato del político y profesor Ernest Lluch. Lluch fue Ministro de Sanidad y Consumo en la primera legislatura del PSOE. Muchos han advertido las abisales diferencias en formación y currículo entre Lluch y la actual ocupante del cargo. Son buen reflejo del empobrecimiento intelectual y profesional en las cúpulas de los dos grandes partidos de este duopolio postmoderno y gürteliano.
Lluch fue uno de los que intentó introducir en la paupérrima universidad española de los 70 el discurso y la investigación que se hacía en el mundo civilizado. No sé si lo logró. Influyó poderosamente en la Universidad de Valencia, una de cuyas cátedras de economía ocupó en 1974. Trabajando en mi tesis, leí "La via valenciana"(1976), conjunto de ensayos que cambió radicalmente la manera de ver el desarrollo industrial valenciano del final del XIX y principos del XX.
Pero la obra de Lluch que más me impresionó fue "Las Españas vencidas del XVIII", una colección de textos cuyo tema básico (uno de los predilectos de Lluch) era la ilustración y el pensamiento económico en la Cataluña posterior a la guerra de Sucesión. Sin embargo, trabajando en él, advirtió que algo faltaba en ese campo. Algo que habían soslayado tanto la historiografía más españolista como la más catalanista. Y Lluch se descubrió a sí mismo como "aragonés, en sentido amplio". De acuerdo a Lluch, en la guerra no solamente fueron vencidas las aspiraciones de los países de la Corona de Aragón, sino toda una visión política contrapuesta al absolutismo ilustrado. El desarrollo económico sería, en ese contexto, "la venganza catalana".
Lluch dedicaría ingentes esfuerzos a llenar el silencio histórico que había sobre aquellos derrotados: los austracistas, que convencidos de que tenían la razón legal se vieron obligados al exilio o a la connivencia con los nuevos poderes venidos de Castilla.
No es casualidad que en obras como "Los perdedores de la Historia de España" del españolísimo García Cortázar, un librillo de divulgación histórica que anda por casa de mi padre, no se diga ni una sola palabra sobre aquellos aragoneses, catalanes o valencianos, sobre cuya derrota se construyó el nuevo estado borbónico.
Comentarios
¡Qué nivel!
Bueno, afortunadamente por algunas más!