Aunque estas vacaciones de navidad han sido, a mi pesar, más largas de lo normal, no me he leído demasiado. Reseño los dos libros con los que he entretenido las tardes de una cuarentena inesperada.
El primer libro, del lógico italiano Odifredi, casi parafrasea el título de un clásico de Bertrand Russell, otro matemático ateo y malandrín: "¿Por qué no podemos ser cristianos, y menos aún católicos?". Así que el título le ha quedado demasiado ruidoso.
Casi todos los especialistas en el tema coinciden en que, en las primeras décadas de nuestra era, uno de los muchos predicadores y agitadores en una Palestina al borde de la guerra civil, fue un galileo de nombre Jesús. Su mensaje apocalíptico y liberador, dentro de la tradición mosaica ortodoxa, le llevaría a ser ajusticiado por orden del procurador de Judea Poncio Pilato. Unos cincuenta años después, Saulo de Tarso (San Pablo) convertiría ese mensaje en una religión para gentiles, incorporándole abundantes elementos helenísticos. Con los siglos, esa religión, cada vez más compleja, politeista, occidentalizada y terrenal, se convertiría en el credo oficial del imperio y del mundo post-imperial. Precisamente, celebramos en navidad la fiesta del dios sol (el solsticio), entremezclada con la del nacimiento de aquel mesías casi oculto por el dogma y los brillos del poder.
Ahora que los herederos de Pilato y de Saulo ya no crucifican físicamente a nadie (al menos, en esta parte del mundo), se ha convertido en un divertido deporte laico confrontar las escrituras en las que se basan los numerosos credos de raíz cristiana con la lógica y la etimología. Y claro, las escrituras, tanto las veterotestamentarias, como las novotestamentarias, no quedan demasiado bien paradas. Tanto si se interpretan de manera literal (que es lo que han hecho siempre las diferentes iglesias) como si se leen con buena intención humanística, saltan a la vista las contradicciones, los pasajes introducidos a posteriori a convenciencia de los diferentes poderes, las interpretaciones forzadas y los numerosos elementos profundamente contrarios a una compasión elemental. Algún malvado ha apuntado que la única razón por la que quedan tantos católicos es precisamente porque nunca han leído las escrituras en las que se basan sus creencias. Bien, aunque el deporte es divertido y Odifredi es un tipo muy listo, a mí me ha defraudado el esfuerzo. Porque el creyente (católico, ortodoxo, copto o protestante) cree precisamente porque lo que tiene que creer (la virginidad de María, la trinidad, la transubstanciación frente a la consubstanciación, etc, etc, y etc.) es absurdo. Supongo que ahí, más que en la ignorancia de las buenas gentes, radica el quid del negocio. Aunque el negocio haya dado para genocidios, corrupción, guerras y crueldades sin fin. Es decir, el creyente cree porque ve en ese inmenso montaje humano que son las religiones y las diferentes iglesias, algo que trasciende lo humano y eso le reconforta y le ayuda. Buena suerte.
Siguiendo con la economía, el segundo libro "Algo va mal" es la obra póstuma del británico Tony Jundt. Como mucho de lo que se ha publicado últimamente, el autor hace una interpretación de la crisis actual. Lo interesante del asunto es que es una interpretación más ideológica que técnico-económica. Precisamente esa determinada ideología que nos ha empapado a todos nos lleva a hacer identificaciones como la que acabo de escribir: la economía parece solamente técnica, cuando es política, plenamente política. Jundt se basa en la clásica contradicción entre los factores capital y trabajo, que ahora está tan olvidada. Y a partir de ahí, se enfrenta al hecho paradójico de que, aunque la crisis ha sido causada por la desregulación y por el poder ilimitado del mundo financiero, su resolución parece ir por el camino de más poder para el capital y menos para el trabajo, como los escandalosos beneficios del sector bancario norteamericano durante el 2010 confirman. Y las causas profundas estarían en el proceso de desarme de las socialdemocracias que comenzó en 1989 y en la hegemonía de los neocons inspirados por Hayek ("la venganza de los austríacos" lo llama Jundt). Si los partidos socialdemócratas le hacen el trabajo a los partidos a su derecha, ¿para qué necesitamos partidos socialdemócratas? Ese proceso parece traducirse en la imparable privatización de todas las estructuras de nuestra sociedad, en paralelo con la pérdida de nivel de vida de las clases medias y del empobrecimiento de la vida pública. Así que el título se queda corto. No es que algo vaya mal. Es que se están yendo a la mierda cien años de avances públicos. Para consolar un poquito al lector, Jundt se permite dar unos consejos sobre cómo deberían actuar las poblaciones (y los votantes) de los países occidentales. Pero claro, los consejos póstumos nunca son muy fiables.Así que tendremos que seguir leyendo para entender este gran naufragio en el que nos estamos ahogando mientras se reanuda la liga y desenvolvemos los regalos de reyes.
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¡RECOMIENDO! (j&A)