El sábado tocaba peli comprometida y española (valga el oxímoron). Con lo revuelto que está el mundo, igual hasta le dan un Goya de esos el domingo que viene.
El argumento tiene una estructura que se ha usado muchas veces; pero que funciona especialmente bien en este caso: dentro de la película se está rodando una película. Es decir, la historia dentro de la historia y todas las contradicciones que de ahí arrancan: la injusticia y la pobreza como conceptos abstractos y como buen material narrativo y la injusticia y la pobreza como problemas concretos que afectan al rodaje y joden a los actores. En Madrid sale gratis ser progre y apuntarse a una ONG y hablar de la pobreza estructual y del poder desmedido de las multinacionales. Pero en Cochabamba, te pueden caer las hostias que les dan a esos pobres estructurales cuando protestan por el pillaje que llevan a cabo esas empresas de las que tú tienes acciones. El proyecto de la peli reivindicadora está muy bien; pero cuando son los extras los que reivindican, la cosa cambia. Es decir, la peli es entretenida y potente, aunque a veces, Bollain haya querido estirar demasiado las contradicciones. Todo parece muy previsible; pero no se consigue agotar el argumento. Creo que en parte, se debe al buen trabajo de los protagonistas, Tosar, García Bernal, Elejalde y Aduviri, que hace de indio puro y noble y es más feo que un demonio.
Yo, que siempre me pierdo en los detalles, aguzaba el oido para oir los diálogos en quechua, la despreciada lengua de los indios andinos, la que pasa por ser la más perfecta de las lenguas.
Comentarios
Un saludo.