Ahora están muy de moda los “tecnócratas”. Esos señores sin emociones ni sentimientos, que, al parecer, saben mucho de lo suyo, y que no se meten en líos mientras acumulan trienios y quinquenios. Están tan de moda que en los países parias del sur de Europa van hacer presidentes a algunos de ellos. Y Keynes muertecito y enterrado para siempre. Concretamente, en España van a nombrar encargado al Registrador de la Propiedad de Santa Pola, un señor que me caería simpático, si no es por las marranadas que le han ordenado que haga.
La idea es que sigan desmontando lo que haya que desmontar para que el capital siga ganando un poquito más a costa del trabajo. Cuánto han cambiado las cosas desde el 15 de septiembre de 2008! Entonces parecía que iban a ser los grandes aparatos de los Estados-Nación, con sus sabios tecnócratas, los que iban a intentar arreglar el maremágnum que habían organizado los trileros de Wall Street. Ahora resulta que los tecnócratas también trabajan para los trileros.
Eso de los aparatos del Estado, suena tan poderoso, tan fálico. Son ya 5.000 o 6.000 años de tecnócratas y de escribas. Lástima que cada vez haya menos dinero para mantenerlos. Si en la historia de occidente, hay un “public servant”, un tipo que encarnó aquello de lo del aparato, fue J. Edgar Hoover, el fundador y director del FBI durante cuarenta años y bajo ocho presidentes distintos. Ninguno tuvo huevos de sacarle del despacho. A Obama le está pasando lo mismo con Panetta, que le lleva la contraria sin despeinarse.
Eastwood, que sigue demostrando que no hay tema que le de miedo, ha hecho un biopic sobre Hoover, interpretado por De Caprio. No me ha parecido tan buena como otros trabajos de Eastwood, pero la peli no está mal. A pesar de ser bastante lineal, hurga en los rumores sobre la homosexualidad y el travestismo de Hoover. La lucha por el poder encumbra a gente muy muy rarita. Me perdí bastante sutilezas de los diálogos, con muchos guiños a la historia contemporánea norteamericana, que los otros espectadores sí que captaban y eso me dio mucha rabia. Lo peor, el maquillaje que le iban poniendo a De Caprio y a Hammer (que interpretaba al amiguito de Hoover, Clyde Tolson). Por ahorrarse el sueldo de dos actores veteranos, aquello parecía el museo de cera. A la Watts da gusto verla hasta con arrugas artificiales.
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