Ir al contenido principal

American Gothic: museos en USA.


Me ha costado mucho escribir esta entrada. En cierto sentido, es una despedida, es reconocer que ha acabado mi estancia en los Estados Unidos, que vuelve, como me susurró alguien, la "vida normal" (hermoso oxímoron). Han sido cuatro meses buenos, que le han venido muy bien a muchas partes de mi cuerpo. El corazón, las tripas y el curriculum vitæ, entre ellas. Pero esos cuatro meses ya solo son memoria. Es decir, nada.

En los USA, tuve la suerte de visitar alguno de los museos más importantes del mundo. Visité pinacotecas y museos temáticos y pasé buenos ratos en ellos. En mi opinión, los grandes museos norteamericanos superan a los europeos en concepción y ambición. Son, por así decirlo, más amplios de miras, más “amables”. Como es bien sabido, los museos son una de las herramientas ideológicas más poderosas en la construcción de imágenes de la hegemonía. Y la sociedad norteamericana dedicó mucho esfuerzo y dinero a construir colecciones y edificios que reflejaran su preeminencia mundial. Los grandes museos norteamericanos son coherentes y poderosos, completos en sí mismos, calculados y ágiles, algo que no pueden decir los de este lado del Atlántico. A menudo, los grandes museos europeos, no pueden ocultar su carácter de almacenes de viejos botines imperiales.

En Nueva York, visitamos el Metropolitan, el MOMA y el Museo de Historia Natural (tan mediático debido a las pelis interpretadas por Ben Stiller). En ellos, se da algo muy norteamericano: se paga una aportación voluntaria como entrada. Ese tipo de cosas que hacen rechinar nuestra vieja y triste tacañería sanchopancesca. En Las Vegas, estuve en un curioso e imprevisto museo sobre la zona de ensayos nucleares en Nevada. Lamenté no haber sabido más de física y de geología para disfrutarlo. Me tuve que conformar con recordar a los superhéroes de la infancia. En Berkeley, subí al Lawrence, un pequeño y simpático museo de la ciencia, alrededor del famoso laboratorio donde se descubrieron 14 elementos químicos. Pensé con tristeza que alrededor de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, todavía no nos ha dado tiempo de tanto, pero con el actual incremento de dinero para la investigación, pronto lograremos lo mismo. En San Francisco, esa ciudad oriental, con algunos barrios blancos, visité el Asian Museum, quizá la mayor colección de arte asiático del mundo. Pasé horas entre imágenes desmesuradas y brutales de Budas y deidades hindús, que me miraban y me decían que me mirara a mí mismo.

Pero quizá la visita más impresionante fue al Art Institute, en Chicago. Edward me acompañó por las salas de ese museo, que compite con el MOMA, del mismo modo que Chicago ha competido durante 100 años, incansable y audaz, con Nueva York, en la jerarquía urbana. El Art Institute combina una cuidada colección de impresionismo y cubismo con un arte “nacional” norteamericano. El icono del museo es el famoso cuadro de Grant Wood, "American Gothic", que tan bien y tan mal refleja el alma norteamericana. Una sensación de sobria tristeza empapa a los adustos personajes. La pareja es una alabanza a los prejuicios que los europeos tenemos sobre los norteamericanos: primarios, férreamente británicos, colonos y ladrones de tierra, oscuramente puritanos. Muchos de esos prejuicios se me han caído para siempre, después de conocer a gentes amables y generosas, alegres, mestizos y cosmopolitas como Robert, Martha o Edward.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vasil (2)

Vasil (Iván Barneev), un migrante búlgaro, llega a Valencia. No tiene donde dormir. Un jubilado de buena posición social (Karra Elejalde) le acoge en su casa. Para asombro de la hija del jubilado (Alexandra Jiménez), establecen una estrecha relación. Y eso que el padre es más bien rancio. Tienen una afición en común: el ajedrez. Hay largas conversaciones vespertinas, a modo de samar , ciertas desconfianzas; pero son, ante todo y sobre todo, dos seres humanos buscando la humanidad en el otro, en los otros. Con este planteamiento tan sencillo, Avelina Prat construye una película agradable, un poco lenta; pero que deja cierta sensación de paz en el alma. Y siempre nos gusta ver imágenes de la ciudad del Turia.  El planteamiento me llegó a lo hondo. Era inevitable pensar en nuestro amigo búlgaro D, al que también dejaron caer en Valencia hace muchos años y que salió adelante a base de esfuerzo y bonhomía. La directora basó la historia en hechos reales. Me pregunto si conoce a D. Aunque...

Número 24

Benjamín, que sabe que me gustan las pelis sobre la Segunda Guerra Mundial, me avisó de que hacían esta noruega en Netflix. Supongo que la plataforma va repartiendo el presupuesto por países, para tener a todos los consumidores contentos. ¿Quién dijo que el nuevo tecnofeudalismo era antipático? Vi "Número 24" en una noche tristona y solitaria de este enero solitario y tristón. Lara  y Bimba dormían en sus casitas, felices. Merche dormía arriba, inquieta y preocupada. La estufa iba a lo suyo: a veces, locuaz y naranja y otras veces, oscura y tímida. Y yo, entre pelis, series y vídeos de Youtube  me iba acabando el excelente ron dominicano Matusalem que trajo mi cuñado para las lifaras navideñas.  La peli, parsimoniosa y lenta, cuenta las hazañas de  Gunnar Sønsteby,  uno de los líderes de la resistencia noruega contra los invasores alemanes. La historia transcurre en dos planos históricos: durante la guerra y cuando el anciano Gunnar, una gloria nacional, an...

Civil war

Como soy un tipo puntilloso e idiota, no puedo evitar que me crujan los oídos cuando oigo a un dominicano referirse a los estadounidenses como " los americanos ". Ya sé que ese gentilicio que llama a una parte con el nombre del todo es de uso habitual en nuestra lengua común. Pero me resulta especialmente extraño en la boca de los herederos de los primeros y genuinos " americanos ". Dicho de otro modo, si hay alguien verdaderamente " americano " son los habitantes de La Española, los del Este y los del desgraciado Oeste. La Hispaniola fue el primer campamento de aquella gesta prodigiosa, la primera casilla de aquel brutal juego de la oca en busca del oro y de las especias, el primer capítulo de una masacre colosal, la primera contracción de aquel parto con dolor, mucho dolor. Me temo que la mayor parte de mis paisanos, los godos, no saben dónde está la isla aunque hayan venido de viaje de bodas a Punta Cana. La Española es una de las islas hermosas en medi...