Un buen amigo de este blog, José María de Jaime Lorén, nos envía una crónica de sus visitas a los museos de Berlín, que publicaremos en varias entregas:
El pasado día 6
de diciembre, exactamente a las 11’30 de la mañana, se cumplió el primer
centenario del hallazgo de una de las piezas arqueológicas más bellas del
antiguo Egipto de los faraones. El busto de Nefertiti, esposa del faraón Akenatón.
Con este motivo hay actualmente una exposición magnífica en Berlín que recuerda
este descubrimiento.
Como hace apenas
un mes tuvimos oportunidad de visitar esta ciudad, queremos aprovechar para
dejar aquí algunas reflexiones sobre el viaje, sobre sus museos y por extensión
sobre los alemanes. El motivo del desplazamiento era fundamentalmente familiar,
nuestra hija Pilar está cursando este año allí 5º de Medicina, y fue ella quien
se brindó a mostrarnos la ciudad. Para sus padres imposible mejor cicerone.
Pero para quienes no tengan esta suerte, indicar que en la plaza de Brandeburgo
hay estudiantes que por un precio módico se ofrecen como guías a grupos
reducidos.
El Muro
A primera vista
la ciudad parece bastante destartalada. Destruida en gran parte durante la II
Guerra Mundial, partida por la mitad desde entonces con el célebre Muro,
durante años controlada por las cuatro potencias vencedoras de la contienda, la
unificación alemana ha supuesto la oportunidad de volver a crear la gran
capital que siempre fue. Y a ello se han puesto los alemanes con la tenacidad
que los caracteriza … y con los euros que tienen en abundancia. Mientras en
España todo está en paro y no hay obras públicas, Berlín está siendo levantada
de nuevo. Claro, que con enormes contrastes. Junto a la modernidad de acero y
vidrio del centro Sony de Potsdamer Platz, a unos pocos metros se encuentran
los barrios de la antigua Alemania Oriental, con edificios todos iguales,
funcionales y sencillos.
Hemos citado el
Muro que durante décadas separaba con las alambradas correspondientes las dos Alemanias.
Sigue hoy omnipresente. En los sitios donde fue derribado por necesidades
urbanísticas, una cinta metálica en el suelo lo recuerda, y quedan todavía
muchos kilómetros de valla con pinturas y decoraciones que recuerdan la
vergüenza que supuso entonces esta violenta separación. Su visita es obligada
pues constituye por sí misma un auténtico museo.
No parecen
dispuestos los alemanes a olvidar su pasado más reciente. Ahí está Charlie
Point o único paso fronterizo entre las dos zonas berlinesas, el recuerdo a los
que murieron cuando intentaban pasar del Este al Oeste, pero lo que más nos
impresionó fue el Memorial de la persecución que sufrieron los judíos por los
nazis. Se trata de un espacio amplio que poco a poco se va hundiendo, mientras
se alzan grandes bloques de cemento que parecen tapar el cielo dejando pequeños
pasillos a modo de laberinto donde el visitante se pierde. La sensación de
angustia y de soledad es completa. También la facilidad para hundirse poco a
poco, mientras se pierde la noción de lo que es justo y de lo que no lo es.
José María de Jaime Lorén.
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