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Museos de Berlín (final)

Autor: José María de Jaime Lorén


La Universidad Humboldt

Es todo lo que pudimos ver en una tarde y una mañana larga. No da para más. Nos quedaron cosas por las que teníamos interés, como el Museo de Historia de la Medicina, pero estábamos cansados y preferimos ver la ciudad en un autobús turístico. Ojo que son pocos los que dan las explicaciones en español y hay que preguntar antes de montar, pero luego vale la pena bien sentados ir conociendo otros aspectos de la ciudad.

Sobre la cocina alemana apenas podemos decir nada. Como nos acompañaba casi siempre Pilar, acabábamos comiendo en kebabs o en conocidas hamburgueserías, exactamente igual que en Valencia o en Calamocha. Sólo un día pudimos degustar unas salchichas alemanas típicas.

También vale la pena darse un garbeo andando por Unter den Linden, la célebre calle de los Tilos cantada por Marlene Dietrich que unía los grandes palacios con el Tiergarten, el gran parque con sus canales enclavado en el mismo centro de la ciudad. En la misma se encuentra la más importante universidad alemana, la Alexandre Humboldt, dedicada a este naturalista que, precisamente, desarrolló sus principales estudios en Hispanoamérica … comisionado por nuestro Carlos III junto a los principales científicos españoles de la Ilustración. ¡Qué tiempos aquellos cuando los alemanes no eran tanto y nosotros todavía éramos algo …! En este mismo centro estudiaron Karl Marx, Max Planck y numerosos científicos que muy pronto situarían a Alemania en la cima del saber … y, andando el tiempo, de la soberbia.

Todavía tuvimos tiempo de visitar su Facultad de Medicina donde ahora estudia Pilar. Magnífico campus con su correspondiente Hospital Clínico presidido por la figura del célebre Rudolf Virchow. Cuando nuestra hija nos hablaba de las dificultades para entender a los profesores y lo bien preparados que están los estudiantes de medicina alemanes, tuvimos que recordarle que este médico fue el gran adversario de nuestro Santiago Ramón y Cajal. Establecida por Schleiden y Schwann la Teoría celular, se consideraba que los organismos estaban formados por tejidos y por células. Todos los tejidos con la excepción del sistema nervioso, al que Virchow y otros sabios consideraban una especie de red con capacidad de transmitir los impulsos, de ahí el nombre que le daban de Teoría reticular. Modificando el sistema de tinción histológica de Camilo Golgi, Ramón y Cajal consiguió ver que el sistema nervioso estaba formado también por células, las neuronas, de donde vendría el término de Teoría neuronal, que le valdría el Premio Nobel de medicina a nuestro aragonés, compartido con Golgi.

Y eso que Ramón y Cajal no lo tuvo nada fácil. Fue necesaria una ayuda económica del Estado español para que pudiera asistir a un congreso médico, donde por cierto nadie se acercaba a ver sus preparaciones. ¿Qué podía decir nuevo un español entonces? Prácticamente tuvo que arrastrar a los grandes sabios hasta su modesto microscopio, para que éstos empezaran a comprender la magnitud de su descubrimiento. Muchos años después, evocando estos mismos sucesos comentaría nuestro paisano sobre la capacidad intelectual de unos y de otros: “Cuando un aragonés se pone a trabajar de firme … que le echen alemanes”. Pues eso.

José María de Jaime Lorén

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