Hacia el norte, siempre hacia el
norte, está Jaca. La primera capital del pequeño reino de las montañas. Y más
hacia el norte, remontando el curso del agua, Canfranc, el llano seguro y
acogedor para los que cruzaban el Summus Portus, el gran puerto. El nombre resonante
que luego se pronunciaría en todo Occidente viene de allí, de ese pequeño río
de aguas heladas que salta entre las peñas imponentes: el Aragón
A Jaca y a Somport me llevaron
los de Sendeando y allí pasamos unos días felices y luminosos, que no podré
olvidar. Anduvimos por la nieve del otro lado de la muga y bebimos somontano en
los bares de la vieja Chaca. Reímos en la fría tarde pirenaica, le enseñé al
pequeño Héctor un juego de ingenio y mi corazón se vio reconfortado entre esas
montañas que exceden lo humano. Dormí feliz en un cálido iglú, bajo el aguanieve
de la Nochevieja.
El día 30, unas boiras sospechosas
nos hicieron bajar antes de tiempo del monte y aprovechamos para visitar la vieja estación internacional de Canfranc. Nunca una estación de tren estuvo en
un entorno tan sobrecogedor. Esa anciana enorme, muriéndose poco a poco, triste,
mira la nieve y las altas peñas orgullosas y llora su soledad y su abandono. A
mi mente venía todo lo que había leído sobre aquella ruina, la reciente noticia
de la cesión de la propiedad al Gobierno de Aragón y una estrofa de Joaquín
Carbonell. “Cuando vayas a Huesca, puya
en to mons, comprale una basquiña ta los mios aimors. En Canfranc para un
rato junto a la vía, que se rompe en pedazos en su agonía”.
Anduvimos mucho rato entre esas
vías que fueron la esperanza de tantos fugitivos, admiramos el edificio, inmersos
en ese símbolo de hierro y hormigón, en ese homenaje oxidado a la decadencia
del país. La historia rezumaba en aquellos
apeaderos cubiertos de musgo y en esas ventanas rotas.
En Jaca, hay abundantes librerías y un café literario. Me regalé a mí mismo un librito que han sacado los de
Aladrada ediciones. Se trata de una recopilación de la serie de artículos humorísticos
que publicó José Antonio Labordeta en "Andalán" bajo el título “Crónicas de
Paletonia” entre octubre de 1977 y agosto de 1978. Azagra ha ilustrado la
obrilla, que supongo se venderá bien, como todo lo que está saliendo al socaire
de la inmensa figura labordetiana. Aunque
me perdí muchos de los chistes (que hacen referencia a personajes concretos) me
gustó leer sobre ese país de los paletones y los mudicios y los fablesos, que es un trasunto disparatado del Aragón
silencioso y vacío, al que Labordeta puso voz. La tierra que tanto le dolía, ese
Aragón que duerme bajo los andenes de Canfranc y bajo la nieve de las montañas.
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