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Amour. (Haneke, 2012)



Vuelvo a ir al cine. Aunque ahora es más caro. Afortunadamente, la cosa está valiendo la pena. El lunes, vimos la última de Haneke, que opta a premios en todos los sitios. Y más allá del éxito coyuntural e inmediato, preveo que esta peli va a tener un largo recorrido, no solo por su tema, sino por su técnica. La que casi todos los críticos consideran la mejor creación del austriaco es una película redonda e impresionante, "perversa" ha dicho alguno.

La peli cuenta algo que casi todos hemos vivido en nuestras familias: la progresiva enfermedad de un anciano con el doloroso tránsito de la parálisis a la demencia. Es decir, si quieren pasar un ratito agradable, no vayan a ver esta peli, porque Haneke va a empezar a pegarles bofetadas heladas desde que empieza el metraje hasta la última escena. Bofetadas que te gritan "así es la vida, imbécil, y tú o los que tú amas acabaréis atrapados en una cama, cagándoos encima, sin reconocer el rostro de la persona que te cuida y te quiere". Obviamente, esto no es nuevo. El buda empezó su liberación cuando vio un viejo, un enfermo y un cadáver. Aunque la aportación de Haneke, como el título indica, es que esta es, en realidad, una peli sobre el amor. Un amor entregado, que ve cómo la vida escapa con cruel lentitud de la persona amada, de la compañera de una vida que fue hermosa y plena.

Nada sobra en esta cinta, ni los largos silencios del apartamento parisino que habitan los ancianos, ni la música de Schubert, ni cada pequeño detalle de esa miseria que es nuestra débil naturaleza. Uno puede pensar que hay truco emocional o concesiones a la lágrima; pero no. La cosa es más sencilla: honestidad y seres humanos. O sea, cine para sentir emociones y para salir de la sala pensando en los nuestros y en nosotros mismos. Y toda esta tormenta emocional se sostiene sobre dos actores formidables: Trintignat y Riva.

Si como escribió Blas de Otero, verdaderamente somos ángeles con grandes alas de cadenas, este es uno de los mejores documentales de la historia sobre el hierro de las cadenas y las alas de los ángeles.

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