Los puentes del final de abril nos sirvieron para ir al cine. Y vimos películas españolas. Sin que nos obligaran.
La primera, "Anochece en la India", aborda con cierta sutileza el tema de la muerte elegida. Tiene un comienzo poderoso y sugerente; pero se va agotando según viajan hacia el este Juan Diego y Clara Voda. Todo comenzó en la India: las matemáticas y las religiones y posiblemente, la agricultura y la ganadería; pero si en esta peli se hubieran quedado un poco más aquí (en Rumanía) la cosa hubiera funcionado mejor. Por otra parte, los personajes no son creíbles. Un tipo que se supone que ha logrado cierta clase de trascendencia (el interpretado por Diego) no es un hijoputa que se pasa toda la película concitando odios. Aún así, el intento de Chema Rodríguez es meritorio y no deja de tener su interés.
La segunda, "La vida inesperada", de Torregrossa, nos gustó algo más. Trata sobre el valor para luchar por los propios sueños, y para fracasar. Dos primos se juntan en Nueva York. Uno (Javier Cámara) hace de indio en un salón, como cantaba Labordeta. El otro (Raúl Arévalo) no sabe muy bien qué hace allí. Pero esa ciudad es el sitio donde se huye o donde se lucha por ser aquello que se quiere ser. El buen sabor de boca nos hizo perdonar dos cosas: las demasiadas veces que vimos el torso desundo de Cámara y el previsible final feliz.
La primera, "Anochece en la India", aborda con cierta sutileza el tema de la muerte elegida. Tiene un comienzo poderoso y sugerente; pero se va agotando según viajan hacia el este Juan Diego y Clara Voda. Todo comenzó en la India: las matemáticas y las religiones y posiblemente, la agricultura y la ganadería; pero si en esta peli se hubieran quedado un poco más aquí (en Rumanía) la cosa hubiera funcionado mejor. Por otra parte, los personajes no son creíbles. Un tipo que se supone que ha logrado cierta clase de trascendencia (el interpretado por Diego) no es un hijoputa que se pasa toda la película concitando odios. Aún así, el intento de Chema Rodríguez es meritorio y no deja de tener su interés.

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