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UNA APRESURADA VISITA A LA FARMACIA-MUSEO ARAMBURU DE PLENTZIA (VIZCAYA) (2ª parte)



Un buen amigo de este blog, José María de Jaime Lorén, de la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia) nos envía una interesante crónica en tres entregas de sus viajes como historiador de la ciencia y la farmacia.



En la vieja farmacia de Plentzia

En la puerta de la estación nos espera ya Enrique y, sin más dilación, vamos directamente a su Farmacia-Museo. Lo primero que nos llama la atención, al margen de las gruesas paredes de piedra de sus paredes, es que, efectivamente, es una farmacia en activo que dispone su museo en el mismo entorno en el que se sigue ejerciendo hoy esta actividad. Nada más entrar, nos muestra las viejas baldosas hidráulicas del suelo original, así como los techos decorados con dos querubines, uno con la copa de la Farmacia, el otro con un albarelo de quina. Estos detalles muestran ya que nos encontramos en un establecimiento donde se cuidan los detalles de buen gusto, la elegancia. No olvidemos que allí mismo, durante décadas, se celebraron las tradicionales tertulias de rebotica, formadas, generalmente, por un selecto grupo de amigos del farmacéutico que solían debatir de lo divino y de lo humano, mientras entretenían las preceptivas y tediosas permanencias del titular en su establecimiento. Por cierto, entre los tertulianos de Plentzia se contaba el mismo Miguel de Unamuno durante sus estancias en la villa.

Continúa nuestra visita, y nos cuenta Enrique que el 4 de enero de 1888 el joven licenciado Pedro Aramburu Mendieta, su abuelo, abría por primera vez las puertas de su farmacia. Mientras lo narra, nos muestra la primera página del libro recetario donde se registran las modestas operaciones realizadas en ese día. En ese día, y en todos los siguientes hasta hoy, pues la farmacia conserva la totalidad de libros recetarios utilizados durante más de cien años hasta que, definitivamente, se impuso la forma digital de recoger esta información. Repetimos, todos los libros recetarios día por día, año por año.

Sin salir del ámbito documental, hay que destacar también la conservación de un libro copiador. Se trata de un volumen formado por finísimas páginas de papel biblia donde están calcadas las cartas y la correspondencia dirigida desde la farmacia a sus principales proveedores. A la altura de la colección documental está la riqueza de la biblioteca de la Farmacia-Museo Aramburu.

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