Anoche vimos en la 2 la peli
franco-rumana “El concierto”. Mejor dicho, vi. Porque Merche no paró de moverse
y de hacer cosas. Se perdió una película tierna y entretenida, que deja un buen
sabor de boca, a pesar de las incongruencias y excentricidades que se permite el
director. Especialmente hacia el final del film.
Leí hace poco que los rusos
decían que lo peor del comunismo era lo que venía después. Y esta comedia
intenta retratar precisamente esa situación. Las ruinas personales y emocionales
que el antiguo régimen dejó. Lo consigue en parte, aunque las astracanadas de
algunos de los personajes parecen exageradas.
El argumento es resultón: un
director de orquesta represaliado (y que ahora es limpiador en el mismo sitio en
el que era una estrella) tiene la oportunidad de ajustar cuentas con el pasado.
Montará una orquesta sui generis a la que hará pasar por el actual Bolshoi para actuar en París. Nos cuentan las
picarescas que han de ingeniar para conseguir su propósito. Luego veremos a los
músicos de aventuras por la ciudad de la luz, intentado ganarse unos eurillos o
bebiendo como solamente un ruso puede hacerlo. Quizá lo mejor de la película
son, además de los obvios minutos de la
música de Chaikovsky, esos breves destellos de la llamada “alma rusa”, chapucera
y exagerada; pero que venera la belleza pura del arte, y que enamora a los franceses.
Comentarios