Siempre he pensado que el color de la bandera española no debería ser el rojigualda, tan anómalamente mediterráneo, sino el verde oliva de los uniformes de la Guardia Civil. El color guardia civil será más triste; pero más del terreno de la jara y la aliaga, y más “nacional”. Si España, como Estado Nación discutido y discutible tiene algún símbolo, eso es la guardia civil.
En el XIX, cuando todavía no había escuelas públicas, ya había guardias civiles mal pagados, patrullando en aldeas remotas y pegando palizas a los furtivos y a los ladrones de gallinas. La guardia civil se unió mayoritariamente al golpe del 36 y fue decisiva en la represión de las guerrillas anti franquistas. La cara del estado era la cara enjuta y desagradable de los guardias civiles, que pusieron su cuota de muertos y de crueldad en la última carlistada. En la España contemporánea, las imágenes de los picoletos entrando en las sedes de los partidos monárquicos y de las empresas constructoras para detener corruptos siempre produce una sutil y reconfortante esperanza en la viabilidad de España como estado democrático.
La Guardia Civil no ha tenido grandes hagiógrafos. ¿Cómo iba a tenerlos? Me viene a la mente el “Romance de la Guardia Civil Española” de García Lorca, que musicaron mis paisanos de “Ixo Rai”. A otro nivel, tenemos la serie Bevilacqua de Lorenzo Silva. Creo que le hicieron Guardia Civil honorario, como a la Virgen del Pilar.
Ya hemos reseñado aquí y aquí otras obras del prolífico Silva. Pero seguramente, la serie de novelas que le ha dado más fama y más pan es la de Bevilacqua. Creo recordar que leí hace muchos años la primera de la serie: “El lejano país de los estanques” (1998) y que vi, en una de mis vidas anteriores, la peli del 2002 basada en “El alquimista impaciente” (2000). Como puede verse, a Silva hay que reconocerle, al menos, gracia para los títulos.
Bevilacqua es un guardia civil de la UCO, que va siempre acompañado de su escudera Chamorro. Viajan desde Madrid a provincias para resolver crímenes poco a poco. Y hacen cosas de picoletos. Es decir, cosas aburridas, muy del procedimiento, muy previsibles. Una de las gracias de la serie es la tensión sexual no resuelta entre ambos personajes. Silva escribe bien y pone el foco en la candente actualidad.
Comentarios