Me encantan las
pelis de timos y estafas, con sus tramas enrevesadas, con sus trucos ex machina,
con sus flashbacks para que el tarugo del espectador comprenda de pronto que ya
se lo habían contado todo, que la resolución del enigma estaba ahí delante, en
frente de su limitadita inteligencia.
Este otoño vimos
dos pelis de ese género, que reseño porque sé que se irán de mi memoria, tan
limitadita como la potencia del párrafo anterior.
En la tele, “Timo
bajo cero”. Así tradujeron “Thin Ice (the convincer)”, de la directora Jill
Sprecher (2011), que transcurre en los paisajes helados de Wisconsin. No es
como “Fargo”; pero me entretuvo y me pareció más sutil de lo que aparentaba. En
el cine, “Mi obra maestra” (2018), de Gastón Duprat. Una comedia argentina
sobre la picaresca en el mundo del arte. Facilona y previsible; pero
entretenida. Y es que el Francella, que ya había visto en “El misterio de la
felicidad”, lo hace todo bien.
También vimos en el
cine, “Ola de crímenes”, una peli de Gracia Querejeta a mayor gloria de la
guapísima Maribel Verdú. No hay timos; pero sí un argumento liante y
divertido que transcurre en el Bilbao más pijo.
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