El cine y la TV estadounidenses han aprovechado bien estos dramas judiciales, en los que la tensión se puede mantener hasta el final, cuando su señoría pronuncia el veredicto, que acatarán pobres y ricos, feos y guapos. Qué guapa sigue estando la Kidman! Hemos visto tantas pelis de juicios que hemos creído que la justicia era así. Pero luego volvemos a la realidad y vemos cómo es la justicia de aquí. Y cómo son los jueces de aquí.
Y si nos quedaba algo por ver o por escuchar, sale el juez Luis Garrido burlándose de la formación de unos científicos. Repito: un juez español burlándose de la formación de unos científicos. Señoría: entre su disciplina y la de esos epidemiólogos hay 2.000 años de diferencia. 2.000 años de avances de la humanidad que quizá usted desconoce, como eran desconocidos para el derecho romano. Entre su disciplina de usted y la de esos científicos hay mundos de distancia: la química, la química orgánica, la bioquímica, la biología molecular, la genética, la estadística. Es decir, monumentales construcciones conceptuales y metodológicas de una complejidad y poder explicativo que a usted le asombraría (si las conociera). En la diferencia entre su disciplina y la de esos científicos está lo mejor que ha dado nuestra civilización occidental: la obra de siglos de gigantes intelectuales, más valiosa para la humanidad que memorizar el derecho civil y declamarlo delante de un tribunal de conocidos de papá. La ciencia de la que usted se burla es lo único que puede salvarnos de esta catástrofe y de las que vendrán. Ha hecho usted bien en pedir perdón por la tontería. Pero ya sabe que lo hecho no puede deshacerse, como los movimientos de peón.
A veces pienso que lo peor de los jueces españoles no es la ignorancia, al fin y al cabo, son el tercer poder de una sociedad que siempre se ha enorgullecido de ser ignorante. Lo peor de los jueces españoles es la sensación de impunidad que transmiten, en la tele o en la barra del bar. Un Consejo General fuera de su propia ley, que decide sobre excelentes sueldos sin que nadie les diga que en los países normales, los cargos caducan, como el pescado. Y jueces decidiendo sobre cosas que no entienden desde sus juzgados amurallados. Eso sí, con horario solo de mañana corta, que luego nos tenemos que ir de vermú y al asador con los del partido.
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