Fue el libro de un vasco, Jon Juaristi, "El bosque originario" el que me hizo ver la importancia que tenían las mitologías o mitos fundacionales en la construcción de las imágenes nacionales de los distintos pueblos: los franceses y Asterix, los españoles y Covadonga o los vascos y los aragoneses y sus bichos del bosque...A menudo, he citado a Juaristi en este blog: aquí y aquí El profesor de la Universidad de Alcalá siempre me ha deslumbrado. Juaristi, que evolucionó de abertzale a españolista y de comunista feroz a cándido liberalista y sionista apasionado, ha dedicado una parte de su trabajo intelectual a explicarse a sí mismo su propio deslumbramiento. El que sufrió en su adolescencia bilbaína cuando leyó a Krutwig.
Hace
unos cuantos años, nos invitaron a cenar en la sociedad gastronómica de
Arano, en la muga entre Navarra y Guipúzcoa. Nosotros andábamos con las
mochilas y se conoce que les caímos simpáticos. Fueron muy amables con
nosotros. Después de la cena, largas rondas de pacharanes y
conversaciones afables donde las lenguas se mezclaban. Los de los
caseríos en goi-nafarrera, los ilustrados, en castellano y en batua. En
alguna de aquellas conversaciones, salió el tema de las criaturas
mitológicas. Al parecer, en los bosques de hayas y de robles, alguna vez se podían oír extraños ruidos nocturnos: las
lamias, Basajaun y cosas así. Alguno de los ilustrados, con barba y con
camisa a cuadros, como debe vestir Juaristi, insistía en que había algo
inexplicable, misterioso, en el bosque (baso). Caro Baroja y Barandiarán
estaban en aquella sobremesa, reencarnados en mí o en la botella de pacharán. Alguno de los caseríos, con ropa
sport de marca, se burlaba del posible misterio y con mucho acento
vasco, decía entre risas: "Esos ruidos... una radio sería...." Jorge y
yo también nos reíamos y yo me
acordaba de todo aquello de Asterix, del Buco de Bielsa y del Ome Granizo del Aneto, de la mitología y los mitos fundacionales.
La
mitología vasca ha tenido un papel importante en la construcción de lo
"vasco". Al fin y al cabo, si la última lengua aislada de la Europa
occidental había sobrevivido en los caseríos y entre los pastores, era
porque había más, algo más oscuro y telúrico. Algo muy interesante para
los antropólogos, al menos, más interesante que las otras mitologías
pirenaicas: la aragonesa, la catalana o la gascona. El nacionalismo
vasco, como todos, se amamantó de esa leche antigua. Y aunque hoy en día
adopte una pose milennial y sofisticada, sigue necesitando a Mari y a Ortzi, como todos necesitamos unos abuelos que nos malcríen.
Al hilo de esto, en la primavera, vi "Irati" (2022). Se trata de una especie de Señor de los anillos a lo vasco, espada y brujería, dragones y mazmorras en euskera y el tesoro de Carlomagno. La peli es sorprendentemente digna. Historias de venganzas y amores en los Pirineos precristianos. A mí se me hizo un poco larga; pero disfruté de los paisajes. He circunvalado por el sur (de Roncesvalles a Ochagavía) y por el norte (de Estérençuby a Orgambidesca) el bosque de Irati, ese bosque originario.
Y por seguir con lo de los abuelos, hace unos años vimos "Amama" (2015) en el cine, en la versión original en euskera. La he vuelto a ver en castellano en alguna plataforma. Trata de los conflictos generacionales, del contraste entre lo urbano y lo rural. Y de cómo se transmiten a través de los abuelos esas emociones antiguas, esas palabras en desuso, ese espíritu del bosque. El otro día oí a un paisano del sur de Aragón usar las palabras "zizón" y ""güina" para referirse a un "aguijón" y a una "garduña". Y pensé que esas eran las palabras que hubieran usado mis abuelos.
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