Estos días he estado mirando uno de los tebeos que andan por casa: "La Mansión de los Pampín", de Miguelanxo Prado, y disfrutándolo. Descubrí al dibujante gallego en "El jueves", donde publicaba su "Quotidiana Delirante". De esas colaboraciones, las que más me gustaban eran aquellas en las que la gente de un mundo urbano idiotizado por el consumismo entraba en contacto con el mundo rural, en el que todavía quedaban algunos pastores o algunas vacas (y la mierda de las vacas). Normalmente, los urbanitas (insolidarios, miedosos, flojos, cobardes) acababan lesionados o engañados. En "La Mansión de los Pampín" se repite el tema. Lo que ocurre es que en el mundo rural ahora también hay especuladores, políticos corruptos y adosados. La historia, situada en su Galicia natal, es una buena reflexión sobre el país enfermo que hemos construído entre todos y de lo tontos que nos hemos vuelto.
No sé si el arte de Prado le gustará a los más exigentes en el tema del cómic: quizá sus acuarelas y sus líneas son demasiado convencionales; pero es que huele a campo (y a mierda de vaca) y eso a mí, me gusta.
Comentarios