Se trata de un thriller muy bien construido, que mantiene la tensión a lo largo de toda la historia. Los dos protagonistas (Crowe y Affleck) son solventes y muy creíbles. Quizá el final de la peli, donde han metido algunos giros inesperados y ambiguos, deja un poco insatisfecho al espectador.
Trata de una investigación que llevan a cabo unos astutos periodistas sobre unos oscuros asesinatos, detras de los cuales está una gran corporación que va a lo suyo. Es decir, intentando asegurarse multimillonarios contratos públicos y privatizaciones, etc, etc. Como es ficción, al final triunfa la verdad y los malos son desenmascarados y la democracia resplandece.
Por desgracia, la realidad no es así. En nuestros días, lo público y lo privado se mezclan de manera inextricable. Vemos parte de las funciones públicas, adjudicadas a sistemas privados y vemos a las grandes corporaciones vistiéndose de legitimidad para decidir sobre los asuntos públicos. Y ya no existe prensa con capacidad para
denunciarlo, puesto que los grandes grupos mediáticos forman parte del poder, son el poder. Ya sé que no es nuevo; pero es lo que nos ha dejado la revolución neocon y quizá sea la última étapa del viejo sistema capitalista. Los amiguitos de Bush perpetraron el mayor asalto imaginable a los presupuestos públicos norteamericanos con el cuento de la "Guerra contra el terror" y nadie les pedirá cuentas jamás y eso que han llevado al modelo a la quiebra financiera. Y en nuestro pueblecico, lo mismo, pero con menos drama y menos espectacularidad. Esperanza Nixon Aguirre no responderá jamás de su red de espionaje pagada con fondos públicos ni los otros virreyes nos explicarán para qué sirve la enorme madeja de empresas públicas con consejos de administración privados que gestionan, para nuestro bien, los intereses públicos. The brave new world.
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