Neruda decía de ellos: " Ya no caben en el mundo...cuánto libro... cuánto librito... ¿quién es capaz de leerlos?.. Si fueran comestibles...Si en una ola de gran apetito los hiciéramos ensalada, los picarámos, los aliñáramos... " El otro día se celebraba el día del libro: libros por todas partes, en mis dos casas, en el trabajo. Libros nuevecitos y libros de segunda o tercera mano, con el nombre de un antiguo dueño, con hojas marcando las hojas. Libros para cada momento, llenos de historias, de palabras, de angustias inabarcables, de risas alocadas, de polvo. Mundos infinitos. Y de vez en cuando, encuentras uno que te cuenta lo que precisamente querías leer en ese instante, uno que te trae los adjetivos que necesitabas, y que te hace ver lo insignificante (y maravillosa) que es tu vida. La última novela con la que sentí precisamente esa coincidencia, esa señal, fue "Edén", del poeta Felipe Hernández. No sé por qué, pero viví intensamente los padecimientos del protago...