Vi en la tele un excelente documental dramatizado titulado "Las locuras de D.Quijote" (de Rafael Alcázar). Una de las cosas que me llamó la atención fue que la parte que reproducía la obra literaria seguía fielmente los diálogos y los monólogos que Cervantes concibiera. Y disfruté mucho con la sonoridad del castellano paródico, declamado por Ángel de Andrés (Sancho) y Javier Albalá (Quijote), que según dice en la wikipedia , no cobraron por su trabajo.
A raiz del documental, recordé que tenía el clásico de Martín de Riquer y he disfrutado releyéndolo en las noches insomnes de mayo. El longevo catedrático y político franquista puso en ese ensayito mucho de su conocimiento y su sensibilidad y lo recomiendo a cualquiera que esté interesado en aquella novela: la entenderá mejor y la disfrutará más si alguna vez, audaz y voluntarioso, intenta leérsela.
Como es bien sabido, el Quijote es muchas cosas, entre ellas: la primera novela contemporánea, modelo y origen de la literatura occidental y también un símbolo identitario de lo español en tanto que castellano. Durante siglos, esa genial novela cómica, absurda y desmesurada, fue tomada en serio por los académicos y también por los pobres maestrillos de pueblo, que la usaban como modelo de lenguaje. Cervantes se debía descojonar en su tumba perdida. ¿Cómo iba a ser modelo de lenguaje la parodia de un tipo que usa palabras del XV a principios del XVII y llevaba un inodoro en la cabeza y vive en la realidad paralela de los libros de caballerías, tan ridículos, tan vacíos? Fueron los románticos alemanes los que advirtieron la inmensidad del talento
cervantino, que quizá sin darse cuenta, inventó el concepto de personaje en el sentido moderno, la intertextualidad literaria y la idea del héroe que lucha por la justicia y por ello, está derrotado de antemano.
Solo conozco a una persona que se haya leído y releído el Quijote. Era un tipo fibroso y fuerte llamado Pepe, de Barcelona, con el que coincidí haciendo
el Camino de Santiago. Llevaba el libraco en la mochila. Era bombero y no había tenido las cosas fáciles en la vida. Procedía de un entorno problemático y a base de esfuerzo, había progresado. Para él, la idea de la lucha de clases o de la educación como herramienta de liberación no eran constructos teóricos. Me imagino que estará ahora en la Plaza de Cataluña. Subiendo Cebreiro me dijo una frase quijotesca que todavía recuerdo: "¿Utopía? Eso de la utopía no existe. Cuando los rusos subían las escalinatas del palacio de invierno no se pararon a pensar si era una utopía lo que estaban haciendo."
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