Seguimos con el Olympia,
porque hemos ido más veces al teatro en este otoño caluroso y largo. Y el
público con el que compartimos sala suelen ser jubilados activos, de los que
tienen tiempo y dinero para acudir a la limitada oferta teatral de la tercera
ciudad de España. Bueno, quizás la segunda.
Vimos y disfrutamos “Buena
gente”, una obra escrita en 2011 por el Pulitzer David Lindsay-Abaire y que ha
sido adaptada y dirigida por David Serrano, para mayor gloria de Verónica
Forqué. La obra juega con el contacto entre las clases bajas y las
clases altas. Es decir, entre los que han ido tomado decisiones malas y los que
han ido tomando decisiones buenas a lo largo de la vida, según diría un
darwinista social. O bien, entre los que han tenido mala suerte y los que han
tenido buena suerte, según diría un sabio. La Forqué es de los de abajo, porque
es buena gente y siempre se ha ido equivocando, de tan buena, de tan simple. Y
se encuentra con un antiguo noviete de barrio, de los que han tenido buena
suerte y está arriba. Hay toques de humor y sensibilidad, que hacen la obra
agradable, aunque a mí me dejó cierta sensación de vacío, de tristeza.
Unos días después, y a
propuesta mía, fuimos a ver “La ratonera”, la obra de teatro de Agatha
Christie, que pasa por ser la más representada de la historia. Según dicen,
lleva 62 años ininterrumpidos en el escenario. Obviamente, me gustó, aunque pude
apreciar algunas de las carencias que los críticos le reprocharon: los
personajes son demasiado planos y la resolución del caso exige algunos ex machina molestos. Con todo, sigo
disfrutando cada historia de la vieja dama como cuando era un adolescente.
Durante un largo fin de
semana en Puerto Lumbreras me leí “Asesinato en el campo de golf” (1922), la
tercera novela en la que apareció Poirot. Y ahora llevo en el e-book “The Mysterious Affair at Styles”
(1920), la primera de la serie y la que le dio a conocer al gran público.
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