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Truman

Todos vamos a morirnos. En esa certidumbre se basa la vida. Y todo lo pensado e inventado por el hombre: los dioses, el arte, la filosofía…  no deja de ser una preparación para ese fin tremendo y sublime. Cada uno de nosotros tiene una fecha escrita en algún calendario  cubierto de polvo, bajo un montón de papeles y de libros viejos.  A algunos, la medicina les informa con cierta precisión de esa fecha. No sé si considerarlos afortunados. Supongo que depende de lo que hayan hecho en la vida, de lo que hayan aprendido.

En “Truman”, un actor bohemio, manirroto y gorrón (Darín), decide no tratarse del cáncer que le aqueja. Y su amigo formalote y cumplidor (Cámara) vuelve a Madrid, desde la emigración, para intentar convencerle de que lo siga intentando. Este planteamiento, que podría degenerar en un dramón infumable, acaba siendo una comedia suave y tierna, con el humor y la lágrima justa. Y es mérito de Cesc Gay, del que solo había  visto “Una pistola en cada mano”, que ya reseñé aquí.


El espectador sabe cómo va a acabar la cosa e incluso es capaz de predecir las conversaciones que se escucharán. Pero la peli no llega nunca a ser artificiosa ni aburrida. Obviamente, semejante pareja de protagonistas, quizá en el mejor momento de sus carreras, ayuda. El clásico hablaría de duelo de actores…

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