Ir al contenido principal

Bizkaia maite (1).

Tomo el título de la hermosa canción de Lertxundi sobre la más occidental de las provincias vascas, que hemos visitado durante las vacaciones de Pascua. Aprovecharé para reseñar cosas que he leído y he visto sobre el País Vasco. 

En el viaje, observé a menudo el contraste humano y cultural que alberga Vizcaya. Una cuestión de altitud, por así decirlo. Abajo, en los estrechos valles fluviales, los pueblos superpoblados que han ido recibiendo durante ciento cincuenta años a  miles de emigrantes, que venían a saciar su hambre. Y las fábricas que les dieron trabajo a ellos y riquezas enormes a la burguesía local. Arriba, semiescondidos entre los bosques de las colinas, los caseríos donde habitan los campesinos autóctonos, con su lengua, sus costumbres austeras, su ganado y sus desconfianzas. Ya advertimos aquí esta brecha geográfica en Guipúzcoa. La vi también en Vizcaya, concretamente en la comarca de Uribe, donde hemos pasado unos días soleados y tranquilos. También en la Basílica de Begoña, con Bilbao abajo. Arriba (Gora), lo sublime, lo sagrado, lo puro. Abajo (Behean) lo impuro, lo extranjero. Los menditzaleak (montañeros) cantan siempre Gora, gora! en sus excursiones hacia la esencia del país. Es "El bosque originario", que describió un renegado, Juaristi. En dos de las carlistadas, el control de la Basílica que lo domina fue clave para que el Bilbao liberal no fuera tomado por los carlistas. El célebre Zumalacárregui fue herido de muerte en sus cercanías en 1835. La Andra Mari y el héroe nacional quedaban así, unidos, para siempre. Los ingenieros vascos que se vinieron con Ramón de la Sota a hacer el Puerto de Sagunto, se construyeron una réplica en pequeño de la Basílica, un frontón y un equipo de fútbol con colores blanquirrojos. Eran los jefes.

Durante la mayor parte de su historia, los vasco-navarros fueron los más españoles de todos los reinos hispánicos. Los representantes de los pueblos y las villas vizcaínas se reunían en Guernica, bajo el roble que vimos el otro día. Deliberaban muy seriamente, y se debían al señor de Vizcaya, que los necesitaba para sus empresas militares. Quid pro quo. Hidalgos naturales, sin gota de sangre de moro o judío, exentos de obligaciones (hasta que en 1876 vino la modernidad a tocar las pelotas). Los segundones de estas tierras verdes y hermosas fueron los más formidables navegantes y conquistadores y los más leales funcionarios de los reyes de las Españas y de los papas de Roma. Mi paisano Laín Entralgo atribuía al bilbaíno Unamuno la frase redonda "La Compañía de Jesús y la República de Chile son las dos grandes hazañas del pueblo vascongado.” Hace mucho tiempo, leí "Los españoles que dejaron de serlo" de Gregorio Morán, que parte de esa idea y escarba en el mundo de Neguri.

Pero España-Castilla no llegó a perfeccionar su quinquenio para ser un Estado-nación completo. Y era cuestión de tiempo que alguien esnifara el aciago polvito del romanticismo étnico para darse cuenta de que las gentes de los caseríos eran un poco distintas de los ateos malvestidos que trabajan en nuestras fábricas y en nuestras minas. Ese alguien fueron los carlistas Sabino y Luis Arana, resentidos por la derrota de la tercera guerra carlista, y el exilio de su padre. Andamos por Abando, el barrio en el que nació Sabino. Tuvo su epifanía "nacional" en 1882. Estos días han celebrado el Aberri Eguna que recuerda la "resurrección nacional". Sabino descubrió que no se podía ser vizcaíno y español a un tiempo. Enhorabuena, muchacho. Se tomó lo de la limpieza de sangre al pie de la letra, reinterpretó las guerras carlistas como una resistencia étnico-nacional de los vasco-navarros y se busco una campesina monolingüe para casarse. Se acusa al rancio Sabino de ser un rancio. Sus herederos lo defienden diciendo que en aquella época todos lo eran. Supongo que cada uno es esclavo de la ranciedad de su tiempo, por ejemplo, mi paisano Pedro Laín Entralgo, el del párrafo anterior, que también era bastante carca. Pero uno sigue siendo un fascista o un racista aunque esté rodeado de fascistas y de racistas.

Sabino se puso a aprender la lengua de los de los caseríos, escribió gramáticas y libros de historia muy creativos. Inició un movimiento político que ha cambiado la historia contemporánea de los vascos y de los españoles: el nacionalismo vasco. Ese movimiento ha tenido un éxito abrumador en las tres provincias vascas (un día comimos un menú digno y caro en el Batzoki de Gorliz). Menos en la Navarra sur y ninguno en el País Vasco francés. Pero dejo para la siguiente entrada algunas ideas sobre eso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tintalibre:

Nuestro “Fin de Régime” está siendo, como casi todo en esta estepa, lento y tranquilo, un poco provinciano, un poco hortera, aunque nos las demos de postmodernos.  Aquí no hay Rasputines montando a la zarina, sino el pequeño Nicolás haciéndose selfies con la lideresa y el presidente. Pero todo está cayendo, inexorablemente. Se cae de viejo y de podrido. Son les branques de l’arbre de Pujol. Y se va cayendo todo el sistema del 78. Quizá, al final se acelere el proceso y la cosa deje de ser tan tranquila. La sociedad va descubriendo que no solo era el bipartidismo, sino que los medios de comunicación que sustentaban el entramado de las mamandurrias también se han quedado viejos e inservibles. Enternecedor el “yo no soy un político” del director de La Razón, Marhuenda, ese señor tan rarito y con tantos intereses políticos y económicos, que va a las tertulias a hacer de derechoso leído y digno. Siguen ciegos ante lo que está ocurriendo. Desde hace un año, ya no le...

"Romper el círculo" y "Soy Nevenka"

Después de la tormenta asesina y de la guerra civil en los Estados Unidos, volvemos a la pequeña política de nuestra aldea pequeña.  Parece que el errejonazo fue hace mucho tiempo; pero la dimisión del muchacho solo fue hace un mes. Con ese escándalo, quizás se cierra el ciclo que se inició en enero del 2020. Por primera vez en la historia de la España contemporánea, la izquierda se sentaba en el Consejo de Ministros. Pero los círculos no habían tenido tiempo de cuajar, las cloacas, a modo de sistema inmunológico del Estado, hacían su incansable labor de zapa, y además, llegaron una pandemia, un volcán, la tercera guerra mundial y las tonterías de profe de universidad del gran líder, que huyó un año después. Dejaba como albaceas a un equipo de funcionarios mas rositas que rojos y el encargo de tomar el cielo por asalto a unos muchachos con amplio vocabulario postmarxista pero con las paticas cortas y flojas. Los herederos hicieron lo que pudieron para obligar al pillo de Pedro Sán...

El último concierto.

¡Ay de aquel que nunca haya tenido ninguna afición! ¡Pobre del que nunca se haya esforzado para dominar algún arte! El que nunca haya intentado dibujar, cantar, tocar un instrumento, actuar, cocinar o jugar al ajedrez no sabe lo que se ha perdido. Y digo intentar, porque en el intento es donde está la sal que hace la vida más feliz. Y los más felices entre los mortales son aquellos que el arte ha hecho suyos: los artistas, los profesionales, los que han dedicado una vida entera a un oficio creativo. Los que han sido siempre prisioneros. En su esclavitud quizá han sido libres, luminosos.   “A late quartet” trata sobre ellos. Sobre los profesionales muy cualificados: un cuarteto de cuerda en el final de su historia. Cuando tiene que parar la música y salen los demonios que llevan dentro. Zilberman narra todo esto con sutilidad e inteligencia. Aunque la peli tiene algunos altibajos, valió la pena ir a la sesión golfa de los D’Or.