En la primera mitad del siglo XX se reprochaba al PNV que pretendiera hacer de su tierra algo así como "el Vaticano del Cantábrico". Después, en la segunda mitad, se reprochaba al nacionalismo de izquierdas que pretendiera hacer de Euskal Herria "la Albania del Cantábrico". Ni unos ni otros consiguieron su objetivo; pero lograron muchas cosas. Hoy en día, la Comunidad Autonóma Vasca es un país avanzado y rico que administra sus propios impuestos, con muchas estructuras de estado destinadas la "construcción nacional". En la Comunidad Foral, el vasquismo tiene, si no la hegemonía cultural a lo Gramsci, cierta clase de mayoría social y se acerca poco a poco a la mayoría política. Incluso en Iparralde empiezan a verse ikastolas. Si Sabino levantara la cabeza, se sentiría feliz de ver que muchos de los privilegios forales perdidos en 1876 (y en 1937) se recuperaron (la Constitución española de 1978 lo dice expresamente). Aunque luego vería niños apellidados García (Gartzia) o Alí aprendiendo un euskera rarito, más bien guipuzcoano y le daría un soponcio que lo volvería a meter en su católica tumba de Pedernales-Sukarrieta.
ETA, sus víctimas, sus mártires, sus presos, siguen presentes. Aunque en la Vizcaya que hemos visitado hayan borrado las pintadas para no espantar al turista y los Ongi Etorri a los que van saliendo de la cárcel sean discretos. En los últimos meses, he visto varias cosas relacionadas con este fin de período. Vi en Filmin el largo documental "De Echevarría a Etxeberria" (2014), con muchas entrevistas a gente de Oyarzun, en especial a gente de la izquierda abertzale, que reflexionaban sobre la violencia. Aunque era evidente el dolor que sentían muchos de ellos, me asombró la maestría en manejar el lenguaje para no decir nunca palabras como "terrorismo" o "atentado".
El humor sirve como terapia para intentar curar las heridas causadas. Vi la comedia "Fe de etarras" (2017), una divertida película de Borja Cobeaga, al que hay que reconocer que se atreve con todo. Con cuatro tópicos y medio "En ETA, antes sí que se comía bien" y varios actores excelentes (Cámara, Ibarguren, Gorka Otxoa y Julián López), construye una historia que engancha y divierte (siempre que no te hayan matado a nadie o tengas un hijo en la cárcel).
En la librería del Puerto de Sagunto, me compré un cómic de "Astiberri ediciones" con una propuesta arriesgada. Plasmar en los dibujos de Alfonso Zapico las conversaciones que tuvieron Eduardo Madina (Bilbao, 1976) y Fermín Muguruza (Irún, 1963). Madina sufrió un atentado de ETA en 2002 que le costó la pierna. Muguruza ha sido la gran estrella del llamado "Rock radical vasco". Es decir, el brazo musical del movimiento. Todos los de mi generación hemos bailado canciones como "Sarri, sarri". Solo unos pocos sabíamos que hacía referencia a la fuga de la cárcel de Pikabea y Sarrionaindia en 1985:Pero el conflicto sigue ahí, transformado. He visto también los primeros capítulos de la serie de la Euskal Telebista "Altsasu" (2020), sobre el llamado Caso Alsasua. Aunque la serie pretende reivindicar el papel de víctimas de los acusados y las irregularidades del proceso, mi atención se iba continunamente hacia ese ambiente opresivo y alcoholizado de las cuadrillas adolescentes de los pueblos, de las que nadie puede salir, ese ambiente que conozco bien.
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