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El robo del siglo

 

Aviso: La siguiente entrada contiene bastantes autocitas. No tantas como las de los artículos de algunos magníficos rectores.

Aunque México es el país más importante de entre todos los de lengua castellana (incluyendo a España), Argentina guarda para sí cierta primacía "poética", por así decirlo. Durante la mayor parte del siglo XX, Argentina fue el centro de la cultura española e hispanoamericana, el lugar de las ideas y del discurso. La palabra y el trigo, si nos ponemos nerudianos. De Argentina venían los libros y los barcos que saciaban muchas clases de hambre. El paraíso del idioma, las vacas en los pastos infinitos. Borges, Cortázar, Sábato, Quino, Bioy Casares y me pueden cambiar el orden del canon y poner delante a las vacas, si así lo desean. En otras entradas de este blog ya hemos citado cierto tipo de símbolo: la Olimpiada de ajedrez de 1939, que sirvió a muchos jugadores europeos para escapar de la pesadilla fascista. Argentina era la redención de los judíos cultos y de los gallegos y los napolitanos pobres. El destino último de la Europa asolada y famélica.

Pero década tras década, las materias primas se fueron abaratando y el mercado mundial y los sistemas de dependencia reubicaron a la Argentina en su verdadero lugar en la pirámide trófica. Los argentinos se miraron al espejo y lo que vieron no era hermoso. Y de detrás del espejo salieron los psicópatas de uniforme. Y la cosa siguió empeorando. Tanto que han elegido a un Nerón, un psicópata máximo, para suicidarse, para que los extermine a todos y deje a la extensa república como el solar que la economía global desea: un campo de cereales gratuito, un yacimiento inacabable, un bosque desmesurado y vacío, listo para ser talado, sin gente, sin problemas laborales, sin madres de la plaza de Mayo. 

Pero mientras tanto, Argentina nos sigue regalando cosas buenas para el alma y para la tripa. Vi en alguna plataforma esta comedia del 2020. Se basa en un golpe al Banco Río que tuvo lugar en 2006 y que, al parecer, fue muy célebre allí. La parte relativa a la planificación y ejecución del atraco es predecible; pero correcta y no lastra la peli. Son los diálogos entre el gran Francella y Peretti los que la elevan por encima de la media. 

Siempre me ha gustado el género heist: la inteligencia del atracador frente a la fuerza de la cámara blindada, símbolo del sistema capitalista. Las sorpresas de última hora. Los trucos. La huida feliz con el saco lleno. Recuerdo cuando convencí a los amigos para que viéramos "El plan perfecto" ("Inside job") en el cine. Les gustó tanto como a mí, aunque quizás yo me acuerde más. Y sobre el escritorio siempre tengo la primera temporada de "La Casa de Papel" (las dos primeras partes), dándole vueltas, a ver si la utilizo para alguna de mis clases. 

También he visto con cierto interés "Berlín", una precuela de "La Casa..." Me hizo menos gracia. Una de las convenciones del género es que entre el ladrón y la víctima hay un desequilibrio enorme, en medios y en poder, que el primero salva con astucia y paciencia. Pero la banda de Berlín parece disponer de más presupuesto y más tecnología que la casa de subastas que limpian. Por otro lado, Pedro Alonso que sale en un fotograma de cada dos, cansa un poco. Menos mal que París siempre está hermosa y que la Jenner, que hace de hacker recatada y todopoderosa, enciende fuegos primaverales cada vez que aparece. Sobre todo, con las gafitas. 


 


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