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José Luis Cano: Sender, Goya, Buñuel


En plena polémica por la autoría de "El coloso", miro estos cuadernillos del dibujante José Luis Cano que retratan a tres colosos: Goya, Sender, Buñuel.Uno del Altoaragón, otro del Bajoaragón y el otro enamorado y a la vez, harto de la capital del país, provinciana y clerical. "En pensar en Zaragoza y en pintura me quemo vivo" Los tres se exiliaron. Los tres eran taciturnos, fuertes, de carácter arisco, impacientes, desagradables, viriles, dominantes, geniales. Cano cuenta que cuando el médico sacó a Sender del vientre de su madre y le dió el primer cachete para que rompiera a llorar, Sender se lo devolvió. Los tres vivieron épocas de grandes cambios (formaron parte importante de esos cambios). Los tres soñaron con un mundo mejor; pero vieron como el sueño de su razón se convertía en una tragedia poblada de fantasmas horribles, que intentaron exortizar con su arte. Los tres huyeron y murieron lejos de Aragón.
En la actualidad, la cultura aragonesa (si se considera válido este concepto) hace cuanto puede (que no es mucho) para recuperarlos, para hacer propio lo universal. Para explicarle al mundo que la honradez amarga de Sender, que los colores rojos y negros de Goya, que los tambores de Buñuel eran aragoneses; que de alguna manera telúrica y misteriosa pertenecían a esa tierra honrada y amarga, roja y oscura, en la que suenan tambores. Que Dios les perdone.
Y en ese proceso de recuperación y de divulgación ha participado el gran dibujante Cano, colaborador habitual del Heraldo de Aragón con tres pequeñas obras maestras, editadas por Xordica. Disfruto mucho mirando y leyendo las tres brevísimas biografías ilustradas de los personajes.
En cada viñeta, Cano refleja la fuerza vital que impulsaba a cada uno de los tres a rebelarse, a crear. Una serie de divertidas anécdotas acompañan los dibujos fáciles y expresivos de Cano. Estampas: vidas de santos para un país lleno de fe; pero sin santos ni creyentes. Una predeterminación ciega y atormentada, inexorable, conducía a los tres a ser rebeldes en todos los aspectos y a cambiar la historia del arte. Aunque en su pueblo siempre desconfiaran. Dicen que, cuando Buñuel volvió a Calanda después del estreno de "Un perro andaluz", la película que cambiaría la historia del arte, alguno le comentó:
"Esa película del perro, flojica, flojica".

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