Ir al contenido principal

"Yo serví al rey de Inglaterra", de Jiri Menzel


"Los checos no somos guerreros" dice el protagonista, justificándose a sí mismo. Enlaza así con ese espíritu pícaro pero torpón, pusilánime y sin embargo, sutil, que recorre gran parte de la tradición cultural checa desde "el bravo soldado Svejk" y del que esta comedia es una divertida prolongación. Se trata de la historia del camarero Jan Ditie, que en su vejez recuerda los distintos acontecimientos de su azarosa vida. Ditie es un hombre pequeñín e inofensivo que a menudo, pasa inadvertido para los otros hombres, pero que está dotado de cierto ingenio natural y sobre todo, de un aura de ternura que lo convierte en irresistible para todas las mujeronas con las que se va cruzando (siempre más altas que él). Dos excelentes actores interpretan a Ditie: (Ivan Barnev, en su juventud y Oldrich Kaiser en la vejez). Ditie va trabajando en distintos sitios: una cervecería de pueblo, el caro burdel Tichota, el lujosísimo café París en Praga. Observa las debilidades humanas: incluso los ricos entre los ricos se agachan a recoger las monedas que, para su placer, a veces, les arroja. Una pasión le mueve: él también quiere ser millonario como los millonarios a los que sirve; pero esa pasión no es la ambición del poder o de la posesión, eso le da igual, es la necesidad de sentirse parte de algo, la humana necesidad de no estar solo.
La narración se apoya en los colores de las comidas excelsas que vemos servir a los ricachones, en las formas suculentas de las hermosas mujeres que les atienden y en una banda sonora desenfadada, que da a la peli un ritmo rápido y fácil. Son los felices años 20: los potentados de Centroeuropa disfrutan de todo lo que la vida les puede ofrecer. Y Ditie lo ve con sus ojos pícaros pero ingenuos. La hermosa ciudad de Praga es el escenario principal de esta fiesta continua. Pero el amor, la historia y la política aparecen brutalmente en la vida de nuestro camarero. Se casa, en pleno proceso de anexión de los Sudetes, con una checa de lengua alemana. Por puro amor, inconscientemente, como todo lo que hace, se convertirá en colaboracionista. El director aprovecha para mostrarnos lo absurdo y lo artificial de la exaltación de las diferencias étnicas. Incluso en el mundo rosa y pastel de Ditie, se cuelan de vez en cuando retazos del horror que está ocurriendo: vemos partir un convoy de judíos...
En suma, una comedia ágil llena de ternura e inteligencia, un canto a todos aquellos hombres un poco pillos y un poco bobos, que no son, que no quieren ser guerreros de pura raza, que lo único que quieren es no estar solos...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Presentes

Solamente existen dos cosas: la vida y la muerte. La muerte es el segundo principio de la termodinámica, dominante, omnipresente, invencible. La vida es la lucha absurda, desesperada, contra ese principio. Es la excepción, lo heroico, la guerra que se libra sabiendo que se va a perder. La vida son los pimientos de Padrón, mi sobrino saltando las dulces olas del mar Mediterráneo, Francella haciendo de Sandoval en un juzgado oscuro de Buenos Aires, mamándose como un boludo mientras tiene ideas deslumbrantes. A veces, hay más vida y a veces, hay más muerte. Últimamente, nosotros hemos tenido algo más de lo segundo. Murió un primo de Merche de Albacete. Tenía ilusión por viajar y por hacer fotos a la vida, mientras que el cáncer lo iba derrotando, después de una guerra de cinco años de tratamientos, pruebas, dolores, experimentos, viajes a Madrid, más contra experimentos y más dolores. Pero ese hombretón y su retranca seguirán viviendo. En los mejores diálogos de Muchachada Nui está su c...

Vasil (2)

Vasil (Iván Barneev), un migrante búlgaro, llega a Valencia. No tiene donde dormir. Un jubilado de buena posición social (Karra Elejalde) le acoge en su casa. Para asombro de la hija del jubilado (Alexandra Jiménez), establecen una estrecha relación. Y eso que el padre es más bien rancio. Tienen una afición en común: el ajedrez. Hay largas conversaciones vespertinas, a modo de samar , ciertas desconfianzas; pero son, ante todo y sobre todo, dos seres humanos buscando la humanidad en el otro, en los otros. Con este planteamiento tan sencillo, Avelina Prat construye una película agradable, un poco lenta; pero que deja cierta sensación de paz en el alma. Y siempre nos gusta ver imágenes de la ciudad del Turia.  El planteamiento me llegó a lo hondo. Era inevitable pensar en nuestro amigo búlgaro D, al que también dejaron caer en Valencia hace muchos años y que salió adelante a base de esfuerzo y bonhomía. La directora basó la historia en hechos reales. Me pregunto si conoce a D. Aunque...

El niño que miraba al mar (Luis Eduardo Aute)

Tomás, compañero y sin embargo, amigo, me manda esta fervorosa reseña del concierto que compartimos la semana pasada: ¡Aute sigue en plena forma! Será porque nos mentalizamos para un homenaje al maestro, al que suponíamos agostado, será por envidia; pero es lo primero que me sorprendió de un concierto vibrante de música, letra y ritmo. Fue en La Rambleta, en Valencia el 28 de noviembre. Aute ya tiene 71 años, nunca ha exigido mucho a su voz y las mesas de mezclas hacen maravillas, pero todo eso no desmerece que sonó limpio e intenso. Uno no puede menos que preguntarse cuál será el secreto de su vigor, y cómo aplicárselo. Cantó las canciones de su último disco “El niño que miraba el mar” y algunas de sus discos anteriores, ya 46 años componiendo. Al final del concierto se centró en las históricas las de los 70 y 80 después de haber amagado tres veces con terminar e irse. Total 3 horas sin descanso. Se hicieron cortas. Le acompañaron tres músicos muy buenos, incluido s...