Estábamos de paso en la pirenaica Puigcerdà. Para llenar la tarde fuimos al cine del pueblo y estrenaban la cuarta de la saga. Así que felices como niños, nos pusimos los primeros de la cola, temerosos de que no hubiera sitio. Pero había sitio, la gente ya no va al cine y la inmensa y vieja sala estaba casi vacía.
Supongo que hay muchas razones para que la gente ya no vaya al cine, ni siquiera a ver un estreno mundial ("simultàniament en tota Catalunya", creo que ponía). Quizá una de estas razones es que el cine-espectáculo-industria ya no proporciona casi nada que otros medios no puedan dar.
"Terminator. Salvation" no se diferencia mucho de un video juego. Son unos personajes planos, explosiones por doquier, unos robots malos y unos efectos especiales que, de tan perfectos, pasan desapercibidos. Los únicos dos temas que me podrían resultar interesantes (las paradojas de los viajes en el tiempo y la discusión sobre la rebelión de las máquinas inteligentes) son obviados para no interrumpir el ruidoso espectáculo. Los personajes hacen viajes absurdos de aquí para allá y la cosa es bastante aburrida. Sentí que me habían robado la magia de la niñez, el misterio de la sala oscura y lamenté el dinero que se gastaban (nos gastábamos) en tonterías.
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