Ir al contenido principal

Terminator. Salvation.


Estábamos de paso en la pirenaica Puigcerdà. Para llenar la tarde fuimos al cine del pueblo y estrenaban la cuarta de la saga. Así que felices como niños, nos pusimos los primeros de la cola, temerosos de que no hubiera sitio. Pero había sitio, la gente ya no va al cine y la inmensa y vieja sala estaba casi vacía.
Supongo que hay muchas razones para que la gente ya no vaya al cine, ni siquiera a ver un estreno mundial ("simultàniament en tota Catalunya", creo que ponía). Quizá una de estas razones es que el cine-espectáculo-industria ya no proporciona casi nada que otros medios no puedan dar.
"Terminator. Salvation" no se diferencia mucho de un video juego. Son unos personajes planos, explosiones por doquier, unos robots malos y unos efectos especiales que, de tan perfectos, pasan desapercibidos. Los únicos dos temas que me podrían resultar interesantes (las paradojas de los viajes en el tiempo y la discusión sobre la rebelión de las máquinas inteligentes) son obviados para no interrumpir el ruidoso espectáculo. Los personajes hacen viajes absurdos de aquí para allá y la cosa es bastante aburrida. Sentí que me habían robado la magia de la niñez, el misterio de la sala oscura y lamenté el dinero que se gastaban (nos gastábamos) en tonterías.

Comentarios

Ángel Miguel ha dicho que…
La película es muy mala. El guión, el gran olvidado de Hollywood, es malo, la dirección es mala, los actores no se creen lo que hacen...Una tontería para seguir ordeñando la vaca.

Entradas populares de este blog

Capitães de abril

Creo que la primera vez que vi a la guapísima María de Medeiros Esteves Victorino d'Almeida fue en su papel de la mafiosa  Fatima do Espiritu Santo , en la gran "Airbag"(1997). Ni siquiera la negociación absurda que mantiene con su genial contraparte, el gallego Pazos (Manquiña) acerca del "conceto", empañaba su belleza casi sobrenatural, casi casi concebida por la IA.  Tres años después, dirigió su opera prima, "Capitães de abril". Este fin de semana perezoso y lento era el momento adecuado para volverla a ver. La película es un drama histórico que cuenta el golpe de estado con el que la mayoría del ejército portugués tumbó a la vieja dictadura. Se han cumplido 50 años de la gesta. En el viaje que hicimos allí a principios de este abril, pasamos una mañana en la hermosa ciudad de Castelo de Vide, de donde procedía el capitán Salgueiro Maia, un hombre honesto y valiente, principal protagonista de la película.  En 1974, el pueblo portugués estaba cansad

Un hipster en la España vacía.

Reseñaré tres comedias que hemos visto últimamente. Y me permitiré divagar sobre la naturaleza del género, como supuestamente hizo Aristóteles en el libro perdido que busca Guillermo de Baskerville en "El nombre de la rosa". Vamos con la primera película. Yo habría olvidado casi inmediatamente el arranque de esa peli. Merche hacía zapping en Netflix y me pareció oír que la historia transcurría en un inexistente pueblo llamado "La Cañada del Infante" o algo así, ubicado en la inefable provincia de Teruel. Y siempre que oigo esa hermosa palabra: "Aragón", atiendo. Así que levanté la vista del móvil y le dije que quizá deberíamos intentar ver esta comedia española de casi 100 minutos de metraje, dirigida por el exitoso Martínez-Lázaro ("La voz de su amo", "13 rosas", "Ocho apellidos..."). El argumento, más o menos, es el siguiente: hay un chico idealista y finico (Lalo Tenorio) que se supone que se dedica a las políticas sobre la

Atlas de un maestro de ajedrez

Pocos ajedrecistas han tenido una vida más novelesca y novelable que Savielly Tartakower (1887-1956). Nació en la Rusia de los zares y se educó en Ginebra y en la Viena de los Habsburgo. Combatió en las dos guerras, en la primera para Austria, en la segunda, para De Gaulle. Tuvo varias nacionalidades, habló muchas lenguas y fue uno de los pocos supervivientes de esa Europa judía, culta, cosmopolita e irrepetible que destruyeron los nazis y sus cómplices, para siempre. Ahora vuelven con otras mañas; pero con el mismo odio al diferente y a la inteligencia y el mismo afán destructor. Como ajedrecista, Tartakower nunca llegó al nivel de Capablanca o Alekhine; pero se mantuvo durante 30 años entre los mejores del mundo. Fue uno de los protagonistas de la llamada revolución hipermoderna, que abrió nuevos universos a la teoría de aperturas, al cambiar la naturaleza de la lucha por el centro del tablero. Fue el autor de numerosos aforismos relativos a la práctica del juego, muchos de los cuale