Parece que este mes toca el tema funerario. Anoche vimos esta producción española, que logró cierta repercusión el año pasado. La peli trata de la repatriación del cadáver de un marroquí que ha muerto ahogado al intentar cruzar el estrecho. Lo transportan la hermana del muerto, que ya lleva varios años viviendo en este lado y el de la funeraria, que advierte que el tema puede ser un buen negocio. El empresario va a entrar en un mundo, el Marruecos rural, radicalmente distinto al suyo, y al mismo tiempo dolorosamente cercano. Como puede verse, el planteamiento es muy bueno. Pero la directora (Chus Gutiérrez) no lo aprovecha bien y le ha salido una película sin brillo y sin emociones, demasiado cercana al documental. Solo se entienden los premios que le dieron atendiendo a la trascendencia terrible del tema.
¿Qué debe hacer la sociedad española ante el drama que suponen los ahogados de la pateras? En el Marruecos rural, se ve la televisión española, la gente es del Madrid y quiere hacer unos jornalicos y comprarse un coche. Y de ese paraíso, sólo le separan 15 kilómetros de agua.
Viendo la peli, era inevitable que me vinieran a la mente los recuerdos de aquel viaje que hicimos en las navidades del 98 por el sur de Marruecos. Ese país tan hermoso, tan parecido al mío, pero que sigue siendo pobre por voluntad real.
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