Mark O'Brian necesita cariño
de vez en cuando. Desea el contacto de una piel femenina. Le gusta sentirse
deseado y seductor y aplica a ello su pícara inteligencia y su mejor sonrisa.
Es decir, que Mark O'Brian anda loquito por echar un polvo. Se está pensando
contratar una prostituta. Al fin y al cabo, se lo puede pagar. Pero Mark es
católico, "educated at Catholicism",
dicen allí. Por ello, se plantea si lo de la puta está bien. Hasta aquí, lo
normal para cientos o miles de millones de hombres en todo el mundo. Sin
embargo, hay un pequeño problemita. Mark está paralizado de cuello para abajo
por una poliomelitis infantil y necesita vivir conectado a un pulmón
artificial.
A partir de una historia
real, Lewin ha construido una peli excelente. Quizá, la mejor que hemos visto
en este año que ha comenzado tan cinéfilo y tan hermoso. Y no esperen una historia
basada en fáciles trucos emocionales. Hay humor, ternura y vida, mucha vida. Y
todo se sostiene en lo bien que funcionan actuando el Hawkes y la Hunt, con el
gran Macy de cura católico. Impagable el “¿y
por qué no va a ver a un psicoterapeuta?” cuando ve que los problemas
morales que plantea el poeta inválido superan con mucho sus consejos de mesa
camilla. Los encuentros entre el cliente y la “sustituta sexual” marcan el
ritmo de la peli, que es fácil de ver y deja un sabor agradable, de complicidades
y felicidad difusa.
Para acabar de alegrarme la
noche, descubrí en seguida que la peli transcurría en Berkeley, la ciudad de
California donde tuve la suerte de vivir por 4 meses inolvidables. Reconocí las
calles que se precipitan desde las colinas de pinos enormes hacia la bahía de
San Francisco, siempre con boira. El corazón se me ensanchó cuando vi en la
pantalla el campanille del campus. Ese campus de poetas y premios nobel, ese
sitio de gentes felices y astutas, donde nacen algunas de las ideas que cambian
el mundo.
Comentarios
Con lo buena que estaba en su momento Helen Hunt...