La otra noche vi en DVD la vieja película bélica: "Un paseo bajo el sol" (1945) de Lewis Milestone. Aunque la peli no tiene demasiado interés, me inspiró mucha ternura. Los soldados norteamericanos son unos héroes en blanco y negro, resignados y seriecitos que van muriendo y matando alemanes bajo el sol de Salerno, mientras tienen añoranza de Texas y de Brooklin. Es decir, pura propaganda sencilla y linda, destinada a reforzar la moral de retaguardia. En las costas españolas también se les esperaba; pero no desembarcaron. El protagonista principal es Dana Andrews que, de no haber sido por el alcohol, hubiera sido un galán mediocre y famoso. Milestone, que, como tantos otros emigrantes rusos, cambió su nombre original (Milstein), hizo varias pelis de propaganda bélica. Vi hace algún tiempo otra obra suya: "La estrella del norte"(1943), que tiene algo más de miga porque transcurre en Ucrania, durante el ataque alemán y narra los sufrimientos de la población civil. Eran los años en los que el padrecito Stalin era el aliado contra el otro monstruo.
Digo que "Un paseo bajo el sol" me inspiró ternura porque los Estados Unidos todavía se veían a sí mismos como los adalides de la democracia y sus soldados eran los más esforzados y voluntariosos, los más felices y valientes. Luego, todo cambió. Esa contradicción entre lo creemos que somos y lo que verdaderamente somos se ve muy bien en "Jarhead" (2005) de Sam Mendes, que cuenta el entrenamiento de un marine y su participación en la invasión de Irak. Los marines (llamados Jarheads por su corte de pelo) andan loquitos por matar beduinos e implantar la democracia a alguna muchacha; pero nunca lo consiguen. La guerra va siempre cincuenta o sesenta kilómetros por delante de ellos. Hegemonía basada en la I+D. Se limitan a ver cadáveres calcinados. Ya no son héroes de una república, son empleados de un imperio. Ya no son voluntariosos granjeros pelirrojos del Medio Oeste, son hispanos que se han enrolado para obtener la nacionalidad o psicópatas que aspiran a dar rienda suelta a sus instintos. Y detrás de ellos, una gigantesca organización logística externalizada, que les proporciona la alimentación, la hidratación, el descanso y el ocio, y enriquece a Cheney y a los Bush a costa del contribuyente norteamericano y del petróleo de los beduinos.
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