Ir al contenido principal

Novela negra turolense (2)



Gapito Carreras, caprichito de las nenas

Aquí encontramos ya uno de los grandes logros del autor, la consistencia de su protagonista, la verosimilitud de su personalidad. Borrachín, renco de una pierna, que vive un poco a salto de mata entre una casa destartalada, la cantina de una estación de ferrocarril y la sala de autopsias del cementerio, que cumple diariamente con los humildes oficios del título, imprescindibles, sí, pero escasamente apreciados socialmente. Sin embargo, a la vez Gapito es también un hombre dotado de una notable agudeza y, sobre todo, de un gran corazón que no soporta la injusticia. Si ustedes quieren, el antihéroe característico de tantas novelas del género.

Y el caso es que Gapito tuvo una existencia, real como podemos dar fe quienes lo conocimos, que refleja Lauko con gran fidelidad en la novela. Gapito Carreras, así se llamaba, y añadía bromista a menudo mirando a las vecinas: Gapito Carreras, caprichito de las nenas. No nos cuesta nada recordarlo tal como la describe el autor en su novela: sentado en la vara izquierda de su carro, la pierna mala, la izquierda, colgando al aire, la derecha extendida a lo largo del varal, la espalda ligeramente apoyada en las tablas, su cabeza tocada con la inevitable boina. Tirando del carro nada menos que Babieca, la burra, menuda como su dueño, pero también fuerte y valerosa como él. De esta forma recorría diariamente el pueblo, vaciando los cubos metálicos con la basura de cada casa. No había llegado todavía la era de los plásticos.

Y junto a Gapito, su fiel escudero en las pesquisas policiales, encarnado en este caso en el cabo Antero, de la Guardia Civil de Calamocha. Por cierto, en una de las pocas licencias literarias que se toma el autor, sitúa el cuartel de este instituto armado en su actual emplazamiento, cuando en la época se hallaba justo en la otra punta de la localidad, donde hoy está el Instituto. El cabo, siempre con el tricornio de ordenanza, es un poco el contrapunto de Gapito. Si en éste domina la intuición y la genialidad, Antero destaca por la prudencia, por su caminar despacio y seguro en las investigaciones, en cierto modo como era el estilo de esta benemérita institución. No acertamos a situar en ninguna persona concreta la personalidad de este cabo.

Descritos ya los principales actores de la novela, nos queda el tercero de los grandes protagonistas: la propia villa de Calamocha. En efecto, la localidad en su conjunto constituye el paisaje de fondo de toda la trama argumental. Sin duda, otro de los grandes logros de la novela lo constituye la magnífica descripción de la Calamocha que emerge de la guerra civil. Sus dos estaciones de ferrocarril, sus calles sin pavimentar, las escuelas municipales con los cuatro maestros de nuestra infancia (don Jesús, don Leandro, don Francisco y don Miguel), mosén Amado el párroco, sus comercios donde encontramos conocidos apellidos como Tabuenca o El Chato, la central de teléfonos con operadoras, las nuevas maestras y, en especial, todo ese ambiente de frío, de nieve y de barro tan característico siempre de nuestros inviernos. Sin embargo, donde el autor alcanza mayor virtuosismo descriptivo es al mostrarnos el Casino. Se nota que debió pasar bastantes ratos en el mismo, al menos a juzgar por la perfección con que nos enseña sus dependencias y el ambiente general de humo que allí se respiraba, como lugar de juego, de esparcimiento … y de aburrimiento para la clase más selecta de la villa. Nunca se les ocurriría franquear las puertas de acceso, ni a Gapito ni al cabo Antero. Normas sociales que se cumplían escrupulosamente en la época.



José María de Jaime Lorén
Centro de Estudios del Jiloca

Comentarios

Entradas populares de este blog

Presentes

Solamente existen dos cosas: la vida y la muerte. La muerte es el segundo principio de la termodinámica, dominante, omnipresente, invencible. La vida es la lucha absurda, desesperada, contra ese principio. Es la excepción, lo heroico, la guerra que se libra sabiendo que se va a perder. La vida son los pimientos de Padrón, mi sobrino saltando las dulces olas del mar Mediterráneo, Francella haciendo de Sandoval en un juzgado oscuro de Buenos Aires, mamándose como un boludo mientras tiene ideas deslumbrantes. A veces, hay más vida y a veces, hay más muerte. Últimamente, nosotros hemos tenido algo más de lo segundo. Murió un primo de Merche de Albacete. Tenía ilusión por viajar y por hacer fotos a la vida, mientras que el cáncer lo iba derrotando, después de una guerra de cinco años de tratamientos, pruebas, dolores, experimentos, viajes a Madrid, más contra experimentos y más dolores. Pero ese hombretón y su retranca seguirán viviendo. En los mejores diálogos de Muchachada Nui está su c...

El secreto de Santa Vittoria.

Golpe de estado en los USA, yo no encuentro el boli, Hitler sigue matando niños en el gueto de Gaza, estas peras de San Juan no tienen ningún sabor, a Macron le pega su mujer, las materias primas se van acabando y la única receta es aumentar el presupuesto militar para la gran rapiña final. Solo nos queda la ilusión de que cuando Bildu o ERC fuercen al camarada Pedro a convocar elecciones, el año que viene, la candidata a la presidencia del gobierno sea la madrileña, a ver si se dan el gran batacazo, nos reímos mucho y ellos aprenden de una vez qué es España (y Portugal). Cuando uno envejece en tiempos tan oscuros, se aferra como un aterido náufrago a sus viejos cánones, a sus libros y pelis preferidas. Nos encerramos en nosotros mismos, en nuestras listas y en nuestros hábitos. " En tiempos de tribulación, no hacer mudanza " recomendaba el santo soldado de Loiola. Y muy arriba entre las películas de mi canon está "El secreto de Santa Vittoria" (1969). Ya se sabe qu...

Vasil (2)

Vasil (Iván Barneev), un migrante búlgaro, llega a Valencia. No tiene donde dormir. Un jubilado de buena posición social (Karra Elejalde) le acoge en su casa. Para asombro de la hija del jubilado (Alexandra Jiménez), establecen una estrecha relación. Y eso que el padre es más bien rancio. Tienen una afición en común: el ajedrez. Hay largas conversaciones vespertinas, a modo de samar , ciertas desconfianzas; pero son, ante todo y sobre todo, dos seres humanos buscando la humanidad en el otro, en los otros. Con este planteamiento tan sencillo, Avelina Prat construye una película agradable, un poco lenta; pero que deja cierta sensación de paz en el alma. Y siempre nos gusta ver imágenes de la ciudad del Turia.  El planteamiento me llegó a lo hondo. Era inevitable pensar en nuestro amigo búlgaro D, al que también dejaron caer en Valencia hace muchos años y que salió adelante a base de esfuerzo y bonhomía. La directora basó la historia en hechos reales. Me pregunto si conoce a D. Aunque...