Sangre y pólvora … granito de oro
Hasta aquí los
puntos fuertes del relato, auténtica novela negra, la gran solidez de los
personajes, muy bien descritos y muy creíbles. Lo mismo que la ambientación
general de la obra, en una Calamocha real que perfectamente reconocemos quienes
vivimos esa época. Sin embargo encontramos asimismo algunos puntos débiles en
la obra que conviene conocer, pues entendemos que el autor debería considerar
la posibilidad de dar continuidad a la saga de investigadores que forman Gapito y Antero, en el marco ya muy bien
definido de esa Calamocha que está buscando nuevos horizontes de progreso.
Para empezar nos
parece poco acertado el título de la novela. Le notamos falta de garra, se
limita a decirnos las profesiones del protagonista, cuando su propio nombre, Gapito, es ya de por sí bien original.
Le ofrecemos a Lauko como posible título para otra novela, una de las frases
célebres de nuestro enterrador y barrendero, generalmente la decía cuando
estaba algo achispado. Se nos quedaba mirando a los jóvenes que le hacíamos
corro, se remangaba el brazo, levantaba el puño mostrando los bíceps y sacando
la bola, decía: “Ves esto, maño:
sangre y pólvora … granito de oro”. Y, ahora que lo pensamos bien, la
personalidad de Gapito era así, una
mezcla de sangre, de pólvora, de oro.
También
entendemos que es mejorable la descripción de otros personajes secundarios,
cuya personalidad queda bastante diluida dentro de la trama. Alguno de ellos
irrumpe en pleno desarrollo argumental de forma brusca, e inmediatamente pasa a
adquirir importancia en el texto. Pensamos que personajes como por ejemplo
Andrés el molinero o de Serafín el guardagujas, protagonistas importantes, están
insuficientemente analizados en su carácter y personalidad.
En cualquier
caso, consideramos que se trata de defectos menores que no empañan en absoluto
un relato sólido, con una trama argumental muy bien trabada, en la que las
investigaciones policiales se aproximan a la verdad a paso lento y siguiendo siempre
una senda lógica de descubrimientos. Lo más notable, lo repetimos, es que nos
encontramos con una novela con protagonistas normales del mundo rural, casi podríamos
definirlos como antihéroes, que están llamados a tener continuidad literaria.
Sepa Lauko, que todavía falta en la época que noveliza algún crimen calamochino
real pendiente de ser esclarecido, y que le puede servir como idea para futuras
entregas de las andanzas de Gapito y
Antero. El otro gran mérito de la novela, lo recordamos de nuevo, la perfecta
ambientación urbana y climática en la Calamocha que sale de la posguerra, ya la
tiene hecha.
Desde aquí
nuestra recomendación general invitando a todos a la lectura de esta novela.
Primero a los aficionados a la literatura negra, que pueden conocer la variante
turolense de la misma. También a los amantes de la lectura por encima de
géneros, que podrán apreciar un relato ameno y bien construido. Pero, especialmente,
a los calamochinos. A los que peinan canas o no peinan nada, porque reconocerán
fácilmente al protagonista principal y el ambiente en el que se desarrolló su
infancia y su juventud. Y a los que son más jóvenes, para que conozcan como era
Calamocha en los pasados años 50 y 60. Muy recomendable para que maestros y
profesores encarguen a sus alumnos la lectura de la novela, que luego puede
servir para desarrollar muchos trabajos sobre el relato y sobre el ambiente de
la misma.
Por cierto, y
terminamos con esto. ¿Se han dado cuenta que modificando levemente el apellido
del autor, Lauko, pasando la “a” por delante de la inicial y separándola, nos
queda una de los dichos más genuinamente calamochinos de todos los tiempos? A
ver, Jon, ¿a donde mandan a uno en Calamocha a cascala …?
José María de Jaime Lorén
Centro de
Estudios del Jiloca
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