Ir al contenido principal

Jerusalén.



He tenido la suerte de estar en Santiago y en Roma. Pero nunca he estado en el extremo oriental de ese eje mágico alrededor del que ha girado el espíritu de Occidente durante siglos: Jerusalén. Así que, como tantos otros en el pasado, me conformo con sucedáneos. Acudimos hace unas semanas al Hemisphèric, donde echan pelis  en pantalla esférica. Son documentales brillantes, entretenidos; pero cortos y caros. 

Este era una producción de la franquicia National Geographic sobre la ciudad de las tres religiones. Y para evitar sofocos, tres bonitas adolescentes, una judía, otra palestina y otra cristiana nos hablaban de su barrio jerosolimitano, entre toma aérea y toma aérea. Todo muy correcto políticamente, sin pedradas y sin gases lacrimógenos. Como si el conflicto en Palestina se pudiera arreglar obviándolo o citando a los dioses por los que tantos hombres y mujeres han muerto.

Me gustó el documental. En mi memoria, estaba la ambiciosa “Historia de Jerusalén” de Karen Armstrong, que leí complacido hace muchos años. Más que con el libro, comprendí con la peli que Al-Quds, la ciudad sagrada, ha sido destruida y reconstruida tantas veces que lo físico tiene poco sentido. Si alguna vez existió ese montículo donde Jehová torturó al pobre Abraham o desde donde Mahoma voló al cielo, le caído tanta sangre y tanta mierda encima que quizá sea mejor no visitarlo. Para no llevarse una decepción.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Presentes

Solamente existen dos cosas: la vida y la muerte. La muerte es el segundo principio de la termodinámica, dominante, omnipresente, invencible. La vida es la lucha absurda, desesperada, contra ese principio. Es la excepción, lo heroico, la guerra que se libra sabiendo que se va a perder. La vida son los pimientos de Padrón, mi sobrino saltando las dulces olas del mar Mediterráneo, Francella haciendo de Sandoval en un juzgado oscuro de Buenos Aires, mamándose como un boludo mientras tiene ideas deslumbrantes. A veces, hay más vida y a veces, hay más muerte. Últimamente, nosotros hemos tenido algo más de lo segundo. Murió un primo de Merche de Albacete. Tenía ilusión por viajar y por hacer fotos a la vida, mientras que el cáncer lo iba derrotando, después de una guerra de cinco años de tratamientos, pruebas, dolores, experimentos, viajes a Madrid, más contra experimentos y más dolores. Pero ese hombretón y su retranca seguirán viviendo. En los mejores diálogos de Muchachada Nui está su c...

El secreto de Santa Vittoria.

Golpe de estado en los USA, yo no encuentro el boli, Hitler sigue matando niños en el gueto de Gaza, estas peras de San Juan no tienen ningún sabor, a Macron le pega su mujer, las materias primas se van acabando y la única receta es aumentar el presupuesto militar para la gran rapiña final. Solo nos queda la ilusión de que cuando Bildu o ERC fuercen al camarada Pedro a convocar elecciones, el año que viene, la candidata a la presidencia del gobierno sea la madrileña, a ver si se dan el gran batacazo, nos reímos mucho y ellos aprenden de una vez qué es España (y Portugal). Cuando uno envejece en tiempos tan oscuros, se aferra como un aterido náufrago a sus viejos cánones, a sus libros y pelis preferidas. Nos encerramos en nosotros mismos, en nuestras listas y en nuestros hábitos. " En tiempos de tribulación, no hacer mudanza " recomendaba el santo soldado de Loiola. Y muy arriba entre las películas de mi canon está "El secreto de Santa Vittoria" (1969). Ya se sabe qu...

Vasil (2)

Vasil (Iván Barneev), un migrante búlgaro, llega a Valencia. No tiene donde dormir. Un jubilado de buena posición social (Karra Elejalde) le acoge en su casa. Para asombro de la hija del jubilado (Alexandra Jiménez), establecen una estrecha relación. Y eso que el padre es más bien rancio. Tienen una afición en común: el ajedrez. Hay largas conversaciones vespertinas, a modo de samar , ciertas desconfianzas; pero son, ante todo y sobre todo, dos seres humanos buscando la humanidad en el otro, en los otros. Con este planteamiento tan sencillo, Avelina Prat construye una película agradable, un poco lenta; pero que deja cierta sensación de paz en el alma. Y siempre nos gusta ver imágenes de la ciudad del Turia.  El planteamiento me llegó a lo hondo. Era inevitable pensar en nuestro amigo búlgaro D, al que también dejaron caer en Valencia hace muchos años y que salió adelante a base de esfuerzo y bonhomía. La directora basó la historia en hechos reales. Me pregunto si conoce a D. Aunque...