Nunca me hizo gracia "Marianico el Corto". En realidad, no me hacían gracia los cuentachistes; pero Marianico casi me irritaba. En él veía al arquetipo humorístico aragonés que podía ser aceptado desde el poder central. Se sabe, desde hace mucho, que la manera de digerir las diferencias regionales o identitarias es caricaturizalas para que hagan mucha risa en la villa y corte. Que los de provincias se rían de si mismos y nos entretengan. El andaluz gracioso es aceptable, el andaluz que pide la reforma agraria, un pesado. Las gallegadas de pueblo son aceptables, el gallego urbano que dice que es portugués, un idiota. El maño de los chistes baturros es aceptable, el que cuenta historias somardas de caciques y de ingenieros de la hidroeléctrica, un tipo sospechoso. Quizá, yo no había entendido nada y las cosas no eran tan complicadas.
Creo que Marianico (Miguel Ángel Tirado) se fue reciclando, al socaire de la tele autonómica. Y el director aragonés Alex Rodrigo ("La casa de papel") le ha dado la oportunidad definitiva de reinventarse. En "El último show", Tirado se interpreta a sí mismo. Es la historia de un anciano, cansado de su personaje, cansado de su vida, solo y triste. Solamente el loco proyecto de dirigir una peli como "Don Luis Buñuel" y de recuperar a su ex (Luisa Gavasa) le permiten ir sacando su cabezota del mar oscuro de la depresión. Chusé Aragüés, su representante, un pillo del Pirineo, lleno de contradicciones y la nieta de Marianico, le entretienen con sus trastadas o sus problemas. Es un drama irregular, lacrimógeno a veces, y por tanto, un poco falso; pero que se deja ver. Sobre todo, porque el personaje de Tirado, se hace familiar, cercano, conocido. En la vejez siempre hay algo inevitablemente triste, depresivo. Se agradece también que salgan aragoneses con acento aragonés y cierto attrezzo que uno reconoce: un club de fans de Civera y Escartín, las calles de Zaragoza o Casa Emilio. Es decir, un Aragón más o menos agradable, más o menos hermoso; pero real, vivo, al menos.
Creo que Marianico (Miguel Ángel Tirado) se fue reciclando, al socaire de la tele autonómica. Y el director aragonés Alex Rodrigo ("La casa de papel") le ha dado la oportunidad definitiva de reinventarse. En "El último show", Tirado se interpreta a sí mismo. Es la historia de un anciano, cansado de su personaje, cansado de su vida, solo y triste. Solamente el loco proyecto de dirigir una peli como "Don Luis Buñuel" y de recuperar a su ex (Luisa Gavasa) le permiten ir sacando su cabezota del mar oscuro de la depresión. Chusé Aragüés, su representante, un pillo del Pirineo, lleno de contradicciones y la nieta de Marianico, le entretienen con sus trastadas o sus problemas. Es un drama irregular, lacrimógeno a veces, y por tanto, un poco falso; pero que se deja ver. Sobre todo, porque el personaje de Tirado, se hace familiar, cercano, conocido. En la vejez siempre hay algo inevitablemente triste, depresivo. Se agradece también que salgan aragoneses con acento aragonés y cierto attrezzo que uno reconoce: un club de fans de Civera y Escartín, las calles de Zaragoza o Casa Emilio. Es decir, un Aragón más o menos agradable, más o menos hermoso; pero real, vivo, al menos.
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