He estado atrapado, durante las últimas semanas, por "La música de los números primos" de Marcus de Sauoty (ed. Acantilado). Me lo prestó un compañero de trabajo, que lo había visto comentado en Microsiervos. Los números primos (1,2,3,5,7,11....) son, posiblemente, la estructura matemática más enigmática a la que el intelecto humano se ha enfrentado. No hay un orden aparente ni una manera de predecir dónde se encontrará el siguiente número de esta serie infinita, que está en la base y en el alma de todas las cosas. El libro hace un recorrido histórico por la investigación sobre estos números, que ha estado ligada a la demostración de la veracidad de la Hipótesis de Riemann. Ese recorrido le sirve de excusa para presentar pinceladas biográficas de algunos de los gigantes matemáticos del pasado (Gauss, Euler, Riemann, Hilbert, Ramanujan) y del presente (Wiles, Weil, Grothendieck). La historia trasporta de lugar a lugar (Gotinga, Cambridge, la India, Princeton, París) en un emocionante relato desde el nacimiento de la Teoría de Números a las vinculaciones contemporáneas de la considerada "la más abstracta de las matemáticas" con la vida real (la criptografía en internet). Me han sorprendido mucho relaciones que no conocía: "el nuevo giro conseguido por Berry podría llevar a una unificación de tres grandes temas científicos: la física cuántica (la física de lo extremadamente pequeño), el caos (la matemática de la impredicibilidad) y los números primos (los átomos de la aritmética)." (pag 457).
Sólo puedo poner un pero al libro. Aspira a ser tan ameno de leer que se echa de menos alguna pequeña explicación técnica (por ejemplo, sobre la función z de Riemann). Con todo, después del deleite que me ha supuesto su lectura, se me hace inevitable la pregunta "¿cómo podemos tener un sistema educativo que hace ver a la matemática como algo desagradable o feo?"
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