Ir al contenido principal

Perdición (Double indeminity)


Recuerdo perfectamente cuando vi en el cine esta peli. Me llevaron dos amigos que ya tenían en las pupilas mucho más cine que yo. Recuerdo con afecto el respeto que me infundían sus opiniones, a pesar de que por aquel entonces yo era un adolescente más idiota y soberbio de lo normal. Recuerdo la extraña sensación de ver una peli clásica, en versión original y de descubrir en ella una sutileza mágica que superaba con mucho el ruido cansino y monótono de la tele. El cine, con ese poder que había hipnotizado a los viejos, nos hipnotizaba ahora a nosotros, la primera generación sobrealimentada y teleadicta, la quinta del VHS. Aunque cada mes cerraran una sala en la ciudad.

Por ello le tengo cariño a "Perdición", a pesar de que hay quien opina que no es una de las grandes ni del cine negro ni de Wilder. De vez en cuando la veo y disfruto de las muchas cosas buenas que tiene. Me gusta especialmente el odioso personaje del detective, interpretado por Edward G. Robinson, uno de los iconos del género. Como una cruel araña, como un Sancho Panza con puro, caza a la pareja criminal que pretendía estafar a la compañía de seguros. Ese hombrecillo que lleva dentro y que le lleva a sospechar siempre, incansablemente. Robinson es la razón, la triste razón frente a la pasión estúpida de la pareja de asesinos, absorbidos por su deseo y por su avaricia. Tan ciegos, tan malvados y autodestructivos que de alguna manera, rozan la pureza.

También me gusta mucho la manera en que McMurray, quizá demasiado grandullón para ser un buen perdedor, desarrolla una profecía autocumplida. Creo que aquí se nota la mano de Chandler. Desde que se encuentra con la Stanwyck, sabe que su vida anodina se torcerá y que acabará en la “cámara de gas”. Y hace todo lo posible para lograrlo, triste, oscura, gloriosamente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Asesinato en el campo de golf.

La realidad siempre supera a la ficción. Ni el mejor Azcona podría haber imaginado la boda cortesana del otro día ni el más inspirado Berlanga, rodarla. Fue una inundación de imágenes ridículas, un tsunami de mal gusto, una representación prodigiosa y completa de todo lo vano y risible de nuestra sociedad. Dicen que el humor siempre ha de apuntar hacia adentro y hacia arriba y apuntar bien la pistola es difícil; pero las imágenes que, como huesos, tuvo a bien echarnos la tele de Ayuso eran una diana gigantesca, grande como un océano de paradojas. Dispararas donde dispararas, acertabas. NO piensen que les deseo unos tiros o unas bombas a los convidados. Sobre eso, volveré más adelante. Al revés, hay que agradecerles a todos que acudieran disfrazados a la iglesia de San Francisco de Borja para alegrarnos la vida y recordarnos, con humor y gracia congénita, cuán estúpido es nuestro reino y cuán absurda es la existencia humana. Dios, gracias por el fuego y por el humor. Semejante orgía de

El niño que miraba al mar (Luis Eduardo Aute)

Tomás, compañero y sin embargo, amigo, me manda esta fervorosa reseña del concierto que compartimos la semana pasada: ¡Aute sigue en plena forma! Será porque nos mentalizamos para un homenaje al maestro, al que suponíamos agostado, será por envidia; pero es lo primero que me sorprendió de un concierto vibrante de música, letra y ritmo. Fue en La Rambleta, en Valencia el 28 de noviembre. Aute ya tiene 71 años, nunca ha exigido mucho a su voz y las mesas de mezclas hacen maravillas, pero todo eso no desmerece que sonó limpio e intenso. Uno no puede menos que preguntarse cuál será el secreto de su vigor, y cómo aplicárselo. Cantó las canciones de su último disco “El niño que miraba el mar” y algunas de sus discos anteriores, ya 46 años componiendo. Al final del concierto se centró en las históricas las de los 70 y 80 después de haber amagado tres veces con terminar e irse. Total 3 horas sin descanso. Se hicieron cortas. Le acompañaron tres músicos muy buenos, incluido s

The royal game.

La famosa "Novela de ajedrez" de Stefan Zweig suele ser la primera obra literaria que cualquier lector occidental citará en relación al juego-ciencia. La imagen social del ajedrez, o mejor dicho, de los ajedrecistas, ha sido muy influida por esta novela breve. Muchos críticos la consideran la mejor obra del austríaco. Yo prefiero "Momentos estelares de la humanidad".  Zweig publicó "Novela de ajedrez" en 1941, durante su exilio brasileño. Se suicidaría poco después, desesperado ante los continuos triunfos nazis. Hace muchas vidas, vimos la peli " Farewell to Europe " sobre los últimos años del gran escritor.  Un trasunto del mismo Zweig, el misterioso doctor B. viaja en un transatlántico Nueva York-Buenos Aires. A los ajedrecistas, este planteamiento les traerá a la memoria las célebres olimpiadas de 1939, después de las cuales, varios jugadores europeos decidieron quedarse en Argentina. El doctor B. fue detenido por los nazis después del Anschlu