Acompañamos la cena del sábado con esta peli en DVD. Se trata de una biografía de Harvey Milk, el neoyorkino que pasó a la historia por ser el primer político norteamericano que asumió públicamente su condición de homosexual. De hecho, actuó como representante del numeroso colectivo gay de San Francisco. Fue asesinado en 1878.
La película, inevitablemente, me recordaba otra que ya reseñé en este blog, "Todos los hombres del rey", de Zaillian: el mismo protagonista: el poderoso Sean Penn, la misma estructura casi lineal para relatar la biografía de un político sui generis en los USA y el mismo final violento. Y es que el sistema tiene una determinada capacidad de absorción de lo raro y de lo reivindicativo y quien la supera sabe que le pueden pegar un tiro, que allí lo que sobran son balas. Sin embargo, me gustó más aquella de Zaillian, porque me emocionó más. "Milk", traducida como "Mi nombre es Harvey Milk" adopta un formato más cercano al documental que, a pesar de los indudables logros estéticos y de la gran actuación de Penn y del resto de la plantilla, se hace un poco aburrido en algunos momentos.
Con todo, es una peli recomendable. Aunque pueda parecer que trata la problemática de los homosexuales californianos en los años 70, en realidad, es una historia sobre la política norteamericana. Sobre cómo las abundantes minorías que conviven en aquel país inmenso se organizan a través de lobbies y movimientos electorales y sobre cómo actúan sobre el poder. Un compañero que la vio allí, me contaba que se trata de un personaje conocido por el público y que la película había calado hondo.
Para un bárbaro que no sea ciudadano romano, perdón, norteamericano, es díficil entender algunos aspectos del argumento. Milk sale elegido por su distrito, uno de los barrios gays de San Francisco, con el cargo de "City supervisor", que no es exactamente, "Concejal" como dicen en la traducción castellana. No sé si el poder municipal norteamericano será más o menos legítimo-democrático-eficaz que nuestros poderes municipales; pero estoy convencido que allí no se hubieran metido al bolsillo casi un millón de euros en comisiones, aprovechando la sonorización de la visita del Santo Padre, estoy convencido que allí no hubieran negado durante tres años a los "City supervisors" de la oposición la información contable de las inmensas ayudas públicas que recibió aquella visita. Y es que mi ciudad, aunque tiene el mismo clima maravilloso y algunos políticos homosexuales, no es San Francisco.
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