Quizá no vimos "Pozos de ambición" en las condiciones más adecuadas. La compramos en Ono y la pantalla de la tele no permitía apreciar la fotografía que han ensalzado algunas críticas. Hacía frío y estábamos rebujaditos en el sofá. Un excelente Ribera del Duero "Abadía de Montrús" nos calentaba el alma y nos adormecía. Así que los 150 minutos de peli se nos hicieron largos, largos. Sobraba al menos, una hora de película. Fuera, se oía el viento del norte.
Me gustó el principio, la épica de los primeros prospectores, la peligrosidad del trabajo, esos desolados paisajes norteamericanos, donde solo la muerte parece tener sitio. Nos llamaron la atención los largos fragmentos de la historia en los que nada se dice, ninguna palabra se pronuncia. Casi no aparecen mujeres. Es decir, no hay lenguaje, no hay cariño. Solo ambición, sudor, suciedad. Bienvenidos al capitalismo, por mucho que la "socialdemocracia" actual venga en su ayuda. Incluso, creo que el trabajo de Day-Lewis está bien. En algunos sitios, he leído que sobreactúa; pero es difícil encontrar el tono adecuado para un personaje tan duro y tan brutal como el que interpreta. Pero a mitad de la película, todo me empezó a sonar repetido, pesado, aburrido. Y me empecé a liar con los personajes: sobre todo me confundió el cura fanático interpretado por Dano, que aunque es un gran actor (véase la imprescindible "Pequeña Miss Sunshine") es demasiado joven para el personaje. Si lo que pretendían era hacer una alegoría del desarrollo capitalista de los Estados Unidos, reflejados en el hombre hecho a sí mismo y en la enorme influencia de las sectas protestantes en el poder, han profundizado poco. Y si se trataba de la historia de las soledades del empresario todopoderoso, al que mueve un odio extraño hacia todo y hacia todos, incluido su propio hijo, se han quedado cortos. Como me comentó mi novia, para eso ya está "Ciudadano Kane".
Aquella noche, no soñamos con la película.
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