Anoche vi en DVD este viejo supense judicial. Lo vi con cariño, con simpatía. Y lo disfruté mucho. Y es que los clásicos son los clásicos. Por supuesto, está lejos de las obras maestras de Wilder; pero la historia está bien filmada, bien ordenada y bien contada, sin esquinas que se puedan oxidar ni baches donde uno se pueda tropezar.
Creo que es una adaptación de una obra de teatro de Agatha Chrisitie, sencillita y apañada, con un final fácil de adivinar.
El gran Laughton aporta el lado cómico con sus vicios de abogado resabido y gordo "Señorita Plimsoll, si usted fuera una mujer la azotaría ahora mismo". Y la Dietrich llena la pantalla cada vez que sale. Impresionaría aunque fuera la narradora de un documental sobre el parlamento sueco. Por supuesto, Tyron Power y su cara de tonto encantador no le hacen ni sombra. Incluso me atrevo a decir que el desgarro y el misterio de la Dietrich quedan un poco desubicados en las acolchadas salas de los tribunales británicos, donde se juzgan casos de asesinato y testifican los mayordomos.
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