A veces, pensamos que las obras de culto nacen de una manera fácil, espontánea, con poco esfuerzo. Esas obras llegan en el momento preciso para reflejar las aspiraciones estéticas o vitales de una generación o un determinado público. Se convierten en modelos a imitar y en fuente de inspiración para críticos y autores de blogs. Durante las últimos días, me he entretenido con dos de esas obras maestras que ya forman parte de la imagen de nuestro tiempo: la novela "El sueño eterno" (1939) de Raymond Chandler y la peli "Blade Runner" (1982) de Ridley Scott. Ambas se caracterizan porque fueron el fruto de una cuidada y trabajosa elaboración. Es decir, muestran que el hallazgo artístico difícilmente proviene de la casualidad o de la suerte. En el caso de "El sueño eterno", Chandler anduvo probando durante mucho tiempo (cuando el alcohol le dejaba) hasta que perfiló al sensato y duro Marlowe. Cada página transmite la impresión de estar dolorosamente construida. En el caso de "Blade Runner", todavía es más evidente que el éxito no se dejó al azar: muchos habían advertido que la novela "Do Androids dream of electric sheeps?" de P.H. Dick era excelente material cinematográfico. Llegó a manos de Scott cuando estaba acabando "Alien" y pudo disponer de presupuesto abundante. Ese dinero fue bien aprovechado.
Hay más semejanzas entre ambas obras. Por supuesto, muchos han advertido el paralelismo entre el personaje de Marlowe (al que Bogart pondría cara unos años después en la película de Hawk) y el de Harrison Ford. Al fin y al cabo, Marlowe es el modelo de una gran parte de los héroes contemporáneos. Además, las dos historias transcurren en Los Ángeles. Las investigaciones de Marlowe tienen lugar en la ciudad de mitad de los años 30: una sociedad clasista; pero esperanzada, que acaba de salir de la prohibición. Blade Runner caza replicantes en una metrópoli fantasmal y desmesurada: Los Ángeles del 2019, donde los orientales constituyen la mayor parte de la población y una lluvia continua y odiosa da fe de los cambios climáticos acontecidos. Los dos argumentos usan una vivienda como eje de la historia: Marlowe entra y sale varias veces del apartamento de uno de los asesinados: el del chantajista Geiger. Las escenas más destacadas del rodaje de Blade Runner tienen lugar en el edificio Bradbury (homenaje a Ray Bradbury), donde vive el ingeniero genético Sebastian. Otra cosa en común es la aparición del ajedrez en ambas historias. Pero el ajedrez no es un adorno gratuito, sino que contribuye a definir mejor lo que se quiere contar, es decir forma parte del arte, no del decorado. Marlowe es aficionado al ajedrez, concretamente a los estudios y problemas de ajedrez. En un entorno podrido por el dinero y la ambición, el ajedrez es el único reducto donde se refugia la hermosura y la racionalidad. En Blade Runner, la partida de ajedrez entre Tyrrell (el aprendiz de brujo) y el desdichado Sebastian sirve de excusa para que se muestre la superioridad del líder de los replicantes (espléndido Rutger Hauer): encuentra un mate en dos antes de sacarle los ojos a Tyrrell. Su miedo íntimo y desamparado a la muerte, "el sueño eterno", tan humano y tan terrible, hace al robot el verdadero protagonista de la historia.
Comentarios
Marcó una época, un estilo en el mundo del cine, (la ciencia-ficción se ha asociado casi siempre con futuros oscuros, lluviosos y deshumanizados). Lo tiene todo, plantea dos de las grandes dudas de la historia de la humanidad, a saber, ¿quiénes somos?, ¿adónde vamos? y responde a una, ¿de dónde venimos?, por si esto fuera poco todavía introduce magistralmente otro problema moral, muy bien plasmado por Harrison Ford, ¿qué diferencia hay entre matar replicantes y matar personas?, al inicio de la película las dudas que tiene son muy profundas y le han llevado a dejar el trabajo, al final ya no tiene ninguna. De aquí sacamos otra de las cosas importantes de la película, la evolución de los personajes.
Además hay acción, muy bien hecha, (el asesinato, no podemos llamarlo retirada, de Zora es sobrecogedor y plásticamente maravilloso), una bonita historia de amor y el monólogo más famoso, y mejor, de la historia del cine. No cunda el pánico que no voy a reproducirlo, podría hacerlo, no quepa duda.
La obra cumbre de R. Scott, que salvo Alien y es anterior, ya no ha hecho nada bueno de verdad, peliculillas y poco más.
Como anecdota contaré que cuando se estrenó fue un fracaso, no gustó a la gente, les pareció una película muy sombría y con un final infeliz, en la primera versión Rachel no estaba viva cuando Deker regresaba a casa después de asistir a la muerte más impactante de la historia del cine, genial Rutger Hauer, (la única buena actuación de su carrera, ¡pero qué actuación!). Al público no le gustó y le cambiarón el final.
Un saludo.